A lo largo de la historia del Islam muchas mujeres han ocupado cargos de importancia y de liderazgo, pero además, existen numerosos casos de mujeres gobernantes que adquirían el poder tras la muerte de sus maridos o que regían en su ausencia. Esto ocurría especialmente entre las dinastías nacidas en Asia Central: los selyúcidas, los mogoles, los mamelucos, los primeros otomanos etc. De los ejemplos que citaré a continuación, el más famoso es el de Shajar ad-Durr.
Shajar ad-Durr. La sultana que fue una dirigente soberana. Se le ha considerado, en ocasiones, la fundadora del poder de los mamelucos egipcios. Ayyubib Malik as-Salih fue su marido y cuando él murió, ella se hizo con el mando de Egipto, ayudada por Fakhr ad-Din Yusuf en un principio. Durante la séptima cruzada encabezada por Luis IX de Francia, dirigió la resistencia, organizó las defensas y capturó al monarca francés. A cambio de su liberación, Luis IX le cedió Damietta y le dio un rescate de 400.000 dinares. Cuando su heredero, al-Mu'azzam, murió, los mamelucos se reunieron y acordaron nombrarla soberana. Ella emitía todos los edictos, excepto los del ejército, cuyo poder se otorgó a Aybak. Recibió el juramento de fidelidad el 10 de Safar 648/14 de Mayo de 1250. El Imam pronunciaba el jutba en su nombre, y las monedas se acuñaban en nombre de «La Reina de los Musulmanes». Más tarde se casó con Aybak y abdicó.
Shaghab. La madre de al-Muqtadir, mencionado anteriormente, gobernó el imperio abasí durante un tiempo. Celebraba audiencias públicas en las cuales se presentaban demandas y se arbitraban sobre asuntos criminales. Los gobernadores provinciales y los jueces le comunicaban los hechos y ella emitía los edictos.
Radiya. Gobernó en Delhi, años antes de que Shajar ad-Durr gobernara Egipto. Sucedió a su padre, el sultán Shanis ad-Din Iltutmish, en el año 634/1236. Ejerció una autoridad completa e incluso dirigió el ejército en la batallas, hasta que fue sustituida por uno de sus hermanos. Firishita, un historiador indio del siglo XVI, dice lo siguiente.
«La Princesa estaba dotada de todas las cualidades que se requieren del rey más capacitado. Sus acciones fueron examinadas estrictamente sin que se encontrara en ella ningún fallo, excepto que era una mujer. Durante el mandato de su padre, solía intervenir en los asuntos de gobierno, apoyada por su padre que veía en ella un gran talento para la política. En una ocasión la nombró regente durante su ausencia. Cuando los emires le preguntaron porque había nombrado a su hija en lugar de algunos de sus hijos, respondió que sus hijos se dedicaban al vino, a las mujeres, al juego y a la adulación; y por esas razones el gobierno era una carga demasiado pesada para ellos. Añadió, que Radiya, aunque era mujer, tenía cabeza y corazón de hombre y era mejor que veinte de sus hijos».
En el año 884/1479, el cronista del último periodo mameluco en Egipto, lbn 'Iyas redactó el siguiente obituario para la princesa Jawand Zaynab, que fue la única esposa del sultán Inal (gobernó del 857-65 hasta 1453-61):
«Tenía el rango de las princesas más nobles. Su prestigio, durante el reinado de su marido, era tan grande que administraba los asuntos del Estado, y ejercía gran influencia sobre los nombramientos y las destituciones. Fue muy respetada y poseyó una fortuna considerable... mantuvo su honor y su posición hasta que murió a los ochenta años. Sin duda, estuvo entre las personalidades más notables de su tiempo.» (P.122, Carl F. Petry, «Class Solidarity verses Gender Gain».)
Ghaziyya (d.655/1257). Una de las hijas del sultán ayubí, que contrajo matrimonio con el príncipe Hama. Tras la muerte de su padre gobernó en nombre de su hijo. Adh-Dhahabi la describe piadosa y modesta.
Baghdad Jatun bint an-Nuwan Chuban (d. 736/1335). Gobernó durante los mamelucos como ministra, solía cabalgar en los desfiles con una espada colgada de la cintura y también emitía veredictos legales. Se dice que su sobrina, Dilshadh (d. 752/1351), la esposa preferida del gobernador de Bagdad, gobernó Iraq.
Tandu bint Husayn (d. 822/1419). Tras el asesinato de su marido en 814/1411, posiblemente a instigación de ella, Tandu bint Husayn gobernó Bagdad. Su gobierno se reconocía en el jutba del viernes y se acuñaban monedas en su nombre. Cuando invadieron Bagdad, se retiró al sur de Iraq.
Turkan Jatun (487/1094). Descendiente de Afrasyab, tenía 10.000 jinetes a su servicio. Tras la muerte de Malikshah, dirigió los asuntos de Estado y se puso al frente de las tropas en la batalla. La llamaron «la Señora de lsfahan».
Safiyya Jatun (581-640/1167-1242). Hija del gobernador ayubí de Aleppo, al-Malik al- 'Adil, administró el Estado en nombre de su nieto durante seis años, hasta su muerte. Se la recuerda por haber restablecido la justicia y la compasión en su reinado, y sobre todo por haber eliminado impuestos injustos.
Las mujeres no gobernaron únicamente bajo las dinastías del centro de Asia y de Turquía. Recordemos, por ejemplo, a Arwa bint Ahmad (d. 532/1136) que dirigió el Yemen durante los Fatimíes. Aún se la recuerda con afecto. Trasladó la capital de San'a a Jibla; de esta manera cambió la dedicación que el país prestaba a las armas hacia la agricultura.
En Marruecos sobresalió Zaynab an-Nafzawlya, la esposa del gobernador de los almorávides, cuyos dominios se extendían desde el norte de África hasta España. Fue descrita como al-qà’ima bi mukkihi, aquella que está encargada del dominio de su marido. Las fuentes afirman que tenía una autoridad completa sobre las competencias del Estado.
Durante el transcurso de sus viajes en el siglo catorce, lbn Battuta, describe su visita a las Islas Maldivas donde gobernaba una dama, Jadiya bint 'Umar al-Bengali:
«Una de las cosas extrañas de esta isla es, que una mujer, Jadiya, la gobierna. Su padre heredó la soberanía de su abuelo y cuando él murió la heredó su hermano, que era menor de edad. Este fue destituido y años más tarde lo mataron. De la familia real sólo quedaron Jadiya y sus dos hermanas menores, así que Jadiya ocupó el trono».
Durante el siglo XVII, hubo varias mujeres que heredaron el trono en Patani, Acheh y otros sultanatos del archipiélago de Malasia.
Según señala Carl Petry, los historiadores de los periodos ayubíes y mamelucos (566-922/1171-1517) están descubriendo un grado de igualdad considerable entre los hombres y las mujeres de la clase dirigente durante aquella época. Pero no está claro hasta que punto ocurría lo mismo en el resto de la sociedad. Se conoce que en los awqaf, a menudo, elegían a las mujeres para que administrasen la propiedad. Ellas actuaban como miembros del consejo de administración o como gerentes de bastantes propiedades que proporcionaban servicios públicos. Fueron varias las causas de aquella situación, que dio lugar a personajes sobresalientes como las tres damas que menciono a continuación:
Amina bint Isma’il Conocida también como Bint al-Khazin (hija del tesorero). Cuando murió su padre, el cadí en jefe de los safi'íes exigió su derecho a encargarse de las fundaciones que ya estaban bajo la responsabilidad de Amina. Pero el sultán prefirió a Amina afirmando,«que él actuaría según los principios legales y protegería las fundaciones de los usureros». Amina administró tan prudentemente las propiedades y las fundaciones legadas por su padre que, al morir, dejó beneficios considerables.
Mughud. Otra princesa muy respetada. Hija del célebre cadí y secretario privado del sultán, Nasir addin lbn al-Barizi, se casó con el sultán Jaqmaq. Previamente había estado casada con un cadí. Cuando su marido, el sultán, murió, se instaló en la residencia de su yerno Atabak (comandante supremo) Azbak. Éste veneraba tanto a su suegra que al morir su mujer, la nombró tutora de su hijo, señora de la casa y administradora de su propiedades, « Incluso de sus mujeres esclavas». También la nombró nazira supervisora de los waqfs de su padre, hermano y de su antiguo marido. El historiador as-Sayrafi elogió su generosidad, la madrasa fundada por ella y su apoyo a los pobres en Jerusalén. A su funeral asistieron el sultán y la mayoría de la corte real. Fue el sultán Qaitbay quien dirigió personalmente la oración de su funeral y su cuerpo se enterró en el patio donde estaba la tumba de ash-Safi'í.
Fatima bint ‘Ala’ ad-din ‘Ali. Fue la mujer del sultán Qaitbay. Según muestran los documentos, era la tutora de su hermano y de su hermana. Se la designó como albacea testamentario de la herencia de su padre, a pesar de tener un hermano. En el momento de su muerte había hecho de los awqaf, que administraba, una de las mayores fortunas del periodo mameluco del siglo IX/XV.
De las aproximadamente 1.000 escrituras de constitución de los awqaf de aquel periodo, que se guardan en los archivos de El Cairo y que fueron examinadas por Muhammad Amin, 283 están a nombre de una mujer. Una de las escrituras corresponde a Tatarjan, la hija del Silandar (portador de las armas reales) Taslitamur al-Husamai (Rajab 797/1395). Tatarjan administraba una propiedad que incluía cientos de faddans (1 faddan = 4.200,8 m cuadrados) en el Delta, seis casas en la ciudad, varios barcos y otras propiedades en alquiler en el Cairo. Fue designada como única supervisora y guardiana de la propiedad y de los intereses de su familia. Esto ocurría bastante a menudo.
Turquía proporciona así misino muchos datos. Cuando lbn Battuta visitó Bursa mientras el sultán Orhan estaba ausente, su esposa Nilüfer Khan, lo recibió. Orhan era el hijo de Osman, donde procede el nombre de la dinastía otomana. Ibn Battuta anotó que entre los turcos «las mujeres disfrutaban de una posición más digna que la de los hombres».
Incluso durante el auge del sistema del harén (adoptado del Bizantine gynaeceum), se dio un periodo de 150 años llamado «El reinado de las mujeres», que comenzó con el gobierno de Roxelana, la mujer de Suleyman el Magnífico, y terminó con la muerte de Turhan, la madre de Melimed IV. No sólo intervenían en intrigas palaciegas, también participaban en los asuntos del Estado. Algunas de las validas de los sultanes (madres de los sultanes), solían mantener correspondencia con gobernantes extranjeros. Así ocurría entre la reina Elizabeth y Valide Safiyye, madre de Mehmed III (1595-1693). Se dice que detentó «casi el poder total para actuar como regente» durante el imperio otomano, mientras su hijo estaba ausente dirigiendo campañas bélicas. En una carta a la reina Elizabeth, Valide Safiyye asegura, que estaba utilizando su influencia sobre su hijo en relación con las capitulaciones que se habían negociado. Kosein Malipeyker fue regente en nombre de sus dos hijos, Murad IV (16231640) e Ibrahim (1640-1648). Cuando su hijo Ibrahim fue destituido, tenía tanto poder que continuó como regente, en nombre de su nieto Mehmed IV, bajo el título de Buyuk Valide (Abuela).
A lo largo de estas páginas hemos visto numerosos ejemplos de mujeres que en el pasado ocuparon puestos en la administración y llevaron a cabo sus responsabilidades correctamente. En la época de los mamelucos, obedecía a razones pragmáticas el que las mujeres ocuparan estos puestos; una de las cuales era su mayor esperanza de vida, dada la violencia engendrada por las luchas de poder entre los hombres. Sin embargo cuando estos acuerdos fueron puestos en entredicho por las leyes, ellas fueron confirmadas de nuevo. Hay que indicar además que el dominio de los awqaf, ya mencionado, implicaba asimismo la dirección de las escuelas, colegios, hospitales, etc. incluidos en ellos. Las damas, por lo demás, regían el territorio mientras sus maridos estaban ausentes o en el caso de la minoría de edad del heredero al trono. Fueron menos habituales los ejemplos, aunque también los hubo, de soberanas con carácter permanente.
Resulta oportuno señalar que, mientras en Occidente siempre se ha criticado la opresión de las mujeres por los musulmanes, a la luz de estos hechos históricos observamos, que son los musulmanes quienes han proporcionado más dirigentes femeninos que ningún otro grupo humano. Incluso durante la historia reciente, en tres países musulmanes las mujeres han ocupado puestos de liderazgo: Pakistán, Bangladesh y Turquía.
Seguidamente veamos algunos análisis sobre el papel de la mujer en la situación política actual, basándose en la Sharî'a. En primer lugar están las posturas de al-Ijwan al-Muslimin (Hermanos Musulmanes):
«Vamos a tratar ahora sobre el derecho de la mujer al voto y a poder ser elegida como miembro de consejos representativos, a ocupar un puesto en la administración pública o a trabajar como profesionales. Primero me referiré a la mujer y a su derecho de elegir a miembros de consejos representativos y órganos similares:
«Opinamos que no hay nada en la Shari'a que prohíba a la mujer participar en estos asuntos.
Al-lâh dice: Los creyentes y las creyentes son amigos aliados unos de otros, ordenan lo reconocido como bueno y prohíben lo reprobable. (Surat at-Tawba, 9:71), y Él continúa diciendo: Para que de vosotros Surja una comunidad que llame al bien, ordene lo reconocido e impida lo reprobable. Estos son los que cosecharán el éxito. (Surat Al-Iniran, 3:104).
Esta aleya incluye una orden que da a la mujer el derecho a imponer el bien y a prohibir el mal, una de las maneras de llevar a cabo esta orden es a través del derecho a votar al consejo representativo en las elecciones... »
En segundo lugar, me refiero a la posibilidad de que las mujeres sean miembros de los consejos representativos y de órganos similares. Tampoco en este aspecto existe nada en la Sharî'a que lo prohíba. Lo citado anteriormente respecto al derecho de voto se puede aplicar también al derecho de ser elegidas.
En tercer lugar, está el que las mujeres ocupen un puesto en la administración pública: el único puesto que una mujer no puede ocupar es el de la presidencia de un Estado.
Respecto a los cargos en el ámbito judicial, los juristas difieren en sus opiniones. Algunos, como At-Tabari e lbn Hazm, afirman que está permitido sin ninguna restricción. Sin embargo la mayoría de los juristas lo prohíben tajantemente. Aunque hay algunos que lo permiten en ciertos asuntos legales y lo prohíben en otros, Imam Abu Hanifa comparte esta opinión. Mientras este asunto esté sometido a interpretación y consideración, es posible elegir entre estas opiniones de acuerdo con los fundamentos de la Sharî'a y llevar a cabo los intereses de los musulmanes, en general, mientras sean gobernados por los principios de la Sharî'a y de acuerdo con las condiciones de la sociedad. En lo que respecta a otros cargos públicos, la mujer puede ocuparlos, ya que no hay nada en la Sharî'a que lo prohíba».
Los Ijwan ofrecen a las mujeres, por tanto, un amplio campo de participación en el ámbito de la política, salvo en el de la presidencia. Las opiniones de los Ijwan se mantienen todavía en el plano teórico, ya que todavía no han llegado al gobierno. Así que terminaremos este apartado de la mujer política con algo más palpable; veamos ahora la descripción del papel de la mujer en la política proporcionada por Hasan at-Turabi de Sudán, en una entrevista.
«Uno de los primeros objetivos del movimiento por el renacimiento islámico de este país, fue el de la liberación de la mujer, aunque no en los mismos términos occidentales de liberación, ya que ello habría provocado una fitnah. Sin embargo si se hubiera retrasado el proceso de liberación habría sido una tentación para muchos, que podría haber desembocado en una ruptura con la religión, las costumbres y la tradición.
A pesar de constituir sólo una minoría, hicimos una campaña abierta por lo derechos políticos de las mujeres en Sudán. Por último ganamos la contienda y pronto las mujeres comenzaron a intervenir en la vida social. Si hubieran paseado por las calles vestidas como las mujeres de otros países árabes, habría habido un gran movimiento religioso y social contra ese exhibicionismo, pero las mujeres iban vestidas con ropas mejores, incluso, que el traje tradicional sudanés. Algunos intentaron alegar que la voz de una mujer es un "aura", algo que no se debería oír. Sin embargo, cuando las damas empezaron a hablar sobre el Corán y el Rasul (SAW), los hombres se dieron cuenta de que su deber no consistía en fijarse en la apariencia de las mujeres sino en asegurar que sus palabras seguían los preceptos del Islam. Poco a poco los hombres fueron superando los complejos y celos que les producía ver a sus mujeres, hijas y hermanas presentes en la vida pública».
Para concluir podemos decir que la percepción que se tiene sobre el lugar de la mujer, sobre todo la de los medios de comunicación, no tiene nada que ver ni con el din, ni con la realidad histórica. Para entender el cambio que se ha ido produciendo en lo últimos trescientos años, insistimos en la necesidad de hacer una investigación profunda y precisa que tenga en cuenta varios factores antes de llegar a conclusiones sobre las razones de esta transformación. Porque esta transformación no concuerda con el papel que tenían las mujeres entre los Salaf. Sin duda alguna, el que las mujeres asumieran puestos políticos destacados no era, de ningún modo, universal. Era poco común que una mujer fuera jefe de Estado, pero no se consideraba escandaloso.
En lo que respecta a otros ámbitos de la administración, como los hospitales, fideicomisos, negocios, era habitual encontrar a mujeres participando activamente; no hay tampoco nada en el din que lo impida. Todos deseamos el cumplimiento del mismo objetivo: establecer el din tal y como Al-lâh ordena en Surat at-Tawba (9:71-72), y para ello es conveniente que las mujeres intervengan en estos espacios:
«Los creyentes y las creyentes son amigos aliados unos de otros, ordenan lo reconocido como bueno y prohíben lo reprobable, establecen el salat, entregan el zakat y obedecen a Al-lâh y a Su mensajero. A esos Al-lâh les hará entrar en su misericordia; Al-lâh es poderoso, Sabio.
Al-lâh ha prometido a los creyentes y a las creyentes jardines por cuyo suelo corren ríos, donde serán inmortales; así como las hermosas estancias en los jardines de Adan.
Pero la aceptación de Al-lâh es más importante, ese es el inmenso triunfo».
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