Bienvenidos hermanos y hermanas a este pequeño espacio dedicado a ustedes

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Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.

FAMILIA EN ALLAH

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Mensaje para los Padres: Enseñarás a tus hijos a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.

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jueves, 13 de mayo de 2010

LA MUJER COMO ESPOSA

Uno de los mayores signos de benevolencia, misericordia y poder de Dios es que ha creado a la humanidad en parejas para que entre sí, se reconforten, satisfagan sus necesidades y se ayuden. El Profeta (P y B) enfatizó la importancia del vínculo matrimonial, dijo:
“Quien se case, completa la mitad de su religión, entonces que tema a Dios por la otra mitad”. [Transmitido por Tabrani]
Dios, Enaltecido sea, dijo en el Sagrado Corán:
“Y entre Sus signos está haberos creado esposas de entre vosotros para que encontréis en ellas sosiego, y puso entre vosotros amor y misericordia”. [30:21]
La base fundamental de la sociedad es la familia, y el marido y la mujer son copartícipes en esa familia sobre la que se construye el hogar musulmán. Para que la familia tenga éxito y haya tranquilidad en el hogar, el Islam le otorga a cada cónyuge ciertos derechos y obligaciones. A continuación, nos concentraremos en los derechos de la esposa.
La dote: La dote es el derecho de cada mujer cuando contrae matrimonio. El contrato matrimonial no es legal si no se especifica la dote. Este derecho no se puede anular, incluso si la mujer estuviera de acuerdo. La dote le pertenece a la mujer y tiene la libertad de hacer con ella lo que quiera.
Dios dice en el Corán:
“Dad a vuestras mujeres su dote con buena predisposición”. [4:4]
El esposo no puede quitarle la dote, ni parte de ella si después de un tiempo decide divorciarse de la mujer. Dios dice en el Corán:
“Y si queréis cambiar de esposa (divorciando a la que tenéis para casaros con otra) habiéndole dado una dote cuantiosa, no pretendáis recuperar nada de la misma. ¿Acaso queréis cometer una injusticia? ¿O pretendéis que se os devuelva lo que le habéis dado después de haber compartido la intimidad y de haber concertado un pacto firme?”. [4:20-21]
Esta aleya indica significativamente lo sagrado que son los votos matrimoniales y lo íntimo de la relación, como así también el derecho que tiene la mujer a quedarse con la dote en caso de divorcio. Dios, Enaltecido sea, dice en el Sagrado Corán:
“¡Oh creyentes! No es lícito tomar a las mujeres como objeto de herencia, ni impedirles o forzarlas a que vuelvan a casarse para recuperar parte de lo que les hayáis dado salvo que cometieran adulterio (…) Tratad bien a vuestras mujeres en la convivencia. Y si algo de ellas os disgusta, es posible que Dios haya decretado a pesar de esto un bien para vosotros”. [4:19]
Esta aleya garantiza la justicia y los derechos de la esposa aún si su marido no está completamente conforme con ella. Esto también está expresado en el dicho del Profeta (P y B) narrado por Abu Hurairah:
“Un hombre creyente no debe odiar a una mujer creyente (a su esposa), si alguna característica suya le disgusta, le gustará alguna otra”.[Transmitido por Bujari]
Manutención: El marido tiene la obligación de darle a su mujer un sustento honorable y suficiente acorde a sus posibilidades. Dios dice en el Corán:
“Que el pudiente mantenga a su familia según sus medios, y aquel cuyo sustento sea limitado que lo haga acorde a lo que Dios le haya proveído. Dios no exige a nadie por encima de sus posibilidades. Y ciertamente luego de toda dificultad, Dios os enviará un alivio”. [65:7]
Si un hombre tiene los medios económicos para mantener bien a su familia y se negara a hacerlo, la mujer tiene derecho a tomar lo que le corresponda para satisfacer sus necesidades y las de sus hijos, evitando malgastar el dinero en extravagancias. Hind bint Utbah se acercó al Profeta (P y B) y se quejó de su esposo Abu Sufian:
“Mi esposo es muy tacaño y no gasta el dinero suficiente para mí y sus hijos”. Respondió: “Toma lo que te sea suficiente para ti y tus hijos dentro de sus límites”.[Transmitido por Bujari]
Si el marido pasara por un período de escasez financiera y le fuera imposible cubrir los gastos de su familia o si se alejara de ella por un largo tiempo y su esposa fuera perjudicada por su ausencia, la mujer puede pedir la anulación del matrimonio según los veredictos de la jurisprudencia islámica. El Profeta (P y B) explicó este derecho:
“Temed a Dios en los asuntos relacionados a tu mujer porque has hecho un juramento ante Dios y has legitimado tus relaciones íntimas con ella por la palabra de Dios: tu derecho es que nadie que tú no desees (entre a tu casa) se siente en tu cama (o almohadones), y si esto sucediera, entonces puedes reprenderla, y su derecho es que tú la alimentes y la vistas dentro de tus posibilidades”.[Transmitido por Muslim y Abu Dawud]
El Profeta (P y B) le dijo a su compañero Saad ibn Abi Waqas:
“No hay cantidad que gastes para tu familia buscando la recompensa de Dios que no sea Él quien lo retribuya, incluso si es el bocado de comida que pones en la boca de tu esposa”.[Transmitido por Bujari]
Justicia y equidad: El hombre que esté casado con más de una esposa deberá actuar con justicia y equidad con ellas. Esto incluye su obligación de proveerlas de alimentos, vestimenta, vivienda y de pasar su tiempo y tener intimidad con ellas. Dios dijo:
“Si teméis no ser equitativos con (las dotes de) las huérfanas, entonces casaos con otras mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero si teméis no ser justos, casaos con una sola o recurrid a vuestras esclavas. Esto (casarse con una sola mujer) es lo recomendable para evitar cometer alguna injusticia”. [4:3]
El Profeta de Dios (P y B) dijo:
“Quien tenga dos esposas y favorezca a una sobre la otra, llegará al Día de la resurrección con uno de sus lados caído”.[Transmitido por Tirmidi, Hakim y otros]
Esto indica que el hombre debe ser justo y equitativo con sus esposas. Se le advierte sobre el castigo de la parálisis y la deformación que sufrirá en la Otra Vida tal como él deforma los derechos de sus mujeres en esta vida.
Es ilegal que un hombre maltrate a su esposa con cualquier tipo de abuso, dificultad, acoso, carga indebida o insulto. Tampoco puede abusar de los bienes y el dinero de su esposa ni forzarla a pagar sus cosas a modo de rescate para que él le dé el divorcio. La ley Islámica no permite que el marido obligue a la esposa a hacer algo inmoral o vergonzoso que atente sobre su honor o el de su familia o sea perjudicial para la sociedad. La razón de estas restricciones es incitar a una conducta correcta. Aquellos que actúan indiscretamente y son sospechados de estar cometiendo infidelidades, pueden ofrecerle el divorcio a su mujer, como así también ella puede solicitar “Jula”, por medio del cual se disuelve el contrato matrimonial argumentando mal comportamiento.

Protección y preservación

El marido debe proteger de la mejor manera posible a su mujer y sus hijos y prevenirles de posibles daños o situaciones inmorales. Dios, Enaltecido sea, dice:
“¡Oh creyentes! Guardaos a vosotros mismos y a vuestras familias del Fuego, cuyo combustible serán los hombres y las piedras, y en el que habrá ángeles violentos y severos que no desobedecen a Dios en lo que les ordena, sino que ejecutan cabalmente Sus órdenes”. [66:6]
Todo lo que proteja de cometer actos ilícitos o inmorales es recomendable pero sin llegar a los extremos. El Profeta (P y B) dijo:
“Existe un tipo de celos que Dios ama y otro tipo que odia: el tipo que ama es sobre los actos dudosos y el tipo de odia es sobre los actos que se cometen sin duda alguna”. [Transmitido por Ahmad, Abu Dawud y Nisae]
Cierto tipo de celos son aceptables y hasta recomendables, y otros no, como lo explicó el Profeta (P y B) y lo confirmó en otra narración:
“Ciertamente Dios se pone celoso y el creyente se pone celoso y los celos de Dios son por ver un creyente cometiendo actos ilícitos”. [Transmitido por Bujari, Muslim y otros]
Y dijo:
“Tres tipos de personas no entrarán al Paraíso: el que desobedece a sus padres, el que no tiene cierto grado de celos por su esposa y la mujer que actúa o se viste como un hombre”.[Transmitido por Ahmed]

La compañía, el cuidado y las relaciones íntimas

El marido debe vivir con su esposa honradamente, con respeto y buenos modos. Debe mantener su apariencia decente, limpia y aceptable cuando se relaja en su hogar, tal como le gusta encontrar a su mujer ya que debe existir entre ambos respeto y decencia. El Profeta de Dios (P y B) dijo al respecto:
“El más completo de los creyentes es el que tiene el mejor carácter, y el mejor de vosotros es el que trata bien a sus mujeres”.[Transmitido por Tirmidi ]
El Mensajero de Dios solía reparar su ropa y sus zapatos, y ayudaba a sus esposas en los quehaceres del hogar. En una ocasión le preguntaron a Aisha: “¿Qué hacía el Mensajero de Dios cuando estaba en casa?”. Respondió: “Ayudaba con las tareas del hogar y cuando escuchaba el llamado a la oración, salía de la casa”. El Profeta (P y B) siempre era agradable, bondadoso y amable con todos y también jugaba y se divertía con los miembros de su familia. Dijo:
“Todo lo que no contiene el recuerdo de Dios es puro pasatiempo excepto por cuatro cosas: bromear y jugar con la esposa de uno, entrenar un caballo, caminar de un lugar a otro y aprender a nadar”.[Transmitido por Nisae]
Este dicho indica que los entretenimientos son meramente para jugar y pasar el tiempo, y en consecuencia, uno no recibe recompensa por ellos, excepto los casos mencionados por el Profeta (P y B) que son útiles y se realizan con buenos propósitos. El Profeta (P y B) era conocido por ser alegre y decente al jugar con su familia o bromear con ellos. Por ejemplo, Aisha dijo:
“Una vez el Profeta (P y B) y yo corrimos una carrera y yo gané. Esto fue antes de que yo envejeciera y subiera de peso, luego de lo cual corrimos otra vez y ganó él. Al finalizar la carrera, el Profeta (P y B) me dijo: “Esta (victoria compensa) por aquella (tuya)”.[Transmitido por Ahmed , Abu Dawud, Ibn Hibbaan]
Existen varios relatos del Profeta (P y B) cuando se quedaba en su casa hablándole a su familia, haciéndoles compañía y demostrándoles cariño antes de ir a dormir o antes de realizar el último rezo del día. Por ejemplo, Ibn Abbas narró: “Un día dormí en la casa de Maimuna (su tía y esposa del Profeta (P y B)) y vi al Profeta realizar sus oraciones. Conversó un momento con su esposa y se fue a dormir. Más tarde en la noche, se despertó para rezar como Dios le había decretado”.
Dios dice en el Corán:
“Hay un bello ejemplo en el Mensajero de Dios (de valor y firmeza en la fe) para quienes tienen esperanza en Dios, (anhelan ser recompensados) en el Día del Juicio y recuerdan frecuentemente a Dios”. [33:21]
Por lo tanto, el Profeta (P y B) es el mejor ejemplo a seguir por todos nosotros, los creyentes. Todos los musulmanes deberían seguir los pasos del Profeta (P y B) en todos los asuntos personales y públicos de la vida.
El marido debe guardar para sí los secretos y defectos de su esposa. No debe conversar en público de temas privados del matrimonio, ni siquiera con los amigos más íntimos. Al respecto, el Profeta (P y B) dijo:
“Uno de los peores ante los ojos de Dios el Día de la Resurrección es el hombre que tiene relaciones íntimas con su esposa, o una esposa con su marido, y luego uno de ellos cuenta su privacidad a otros”.[Transmitido por Muslim y otros]
Al igual que el hombre, la mujer casada tiene derecho a pasar la noche con su marido y tener una vida sexual saludable que la satisfaga. El hombre está obligado por la ley Islámica a cumplir los deseos sexuales de su esposa y satisfacer sus deseos para evitar que intente cometer actos ilícitos. Una esposa, como toda mujer, tiene una gran necesidad de ser amada y valorada, que la tengan en cuenta y de cumplir sus deseos físicos naturales.
El Islam prohíbe que un hombre se dedique a realizar actos físicos de adoración, como rezar o ayunar, al extremo que deje de atender las necesidades físicas, sexuales y sociales de su esposa. Salman Al Farisi narró un incidente famoso:
“Un día fui a visitar a mi hermano en la fe Abu Darda y cuando llegué, me saludó su esposa, que estaba muy desalineada. Le pregunté: ‘¿Cuál es tu problema, por qué estás en este estado tan desagradable para tu esposo?’. Ella dijo: ‘Tu hermano Abu Darda no tiene ningún interés en los asuntos mundanales. ¡Se pasa todas las noches rezando y todos los días ayunando!’. Luego vino Abu Darda a darme la bienvenida y me ofreció comida. Le pregunté: ‘¿Por qué no comes conmigo?’. Respondió: ‘Estoy ayunando’. Entonces dije: ‘Por Dios, debes cortar tu ayuno y comer conmigo’. Abu Darda rompió su ayuno y comió conmigo. Pasé esa noche en su casa y lo vi levantarse durante la noche para rezar, pero lo interrumpí diciéndole: ‘Tu cuerpo tiene ciertos derechos sobre ti, tu Señor tiene ciertos derechos sobre ti, y tu familia tiene ciertos derechos sobre ti. Ayuna algunos días y no ayunes otros, acércate a tu esposa (para tener relaciones maritales). Garantízale a cada uno su derecho como corresponde’”.
Justo antes del amanecer, Salman dejó que Abu Darda se levantara a rezar. Ambos se levantaron, realizaron la ablución, rezaron y luego se dirigieron a la mezquita a rezar el Fayr. Cuando terminó la oración, Abu Darda se acercó al Profeta (P y B) y le contó lo que había pasado con Salman y lo que éste le había dicho. El Profeta (P y B) le dijo:
“Salman ha hablado con la verdad”. [Transmitido por Bujari y otros]
Con respecto a las necesidades de su esposa, un hombre no debe ausentarse de su hogar por un tiempo demasiado largo. Después de haber consultado a su hija Hafsa, el Califa Omar ibn Al-Jatab dictaminó que el período que una mujer debe esperar pacientemente a su marido es de seis meses.
Abdur Razaq y otros narraron una famosa historia:
“Omar ibn al-Jatab estaba haciendo una ronda nocturna por el pueblo cuando oyó a una mujer lamentarse:
La noche se ha hecho larga y su fin es oscuro y negro.
No puedo dormir desde que no tengo a mi amante con quien jugar.
Si no hubiera un Señor, cuyo Trono está en el Cielo,
esta cama se retorcería, temblaría y se estremecería.
A la mañana siguiente, Omar fue hasta la casa de esa mujer y le preguntó por qué había dicho esa poesía. La mujer le dijo que su marido se había ido en una campaña militar hacía tiempo ya. Luego Omar fue a consultarle a su hija sobre cuánto tiempo una mujer puede ser paciente para esperar a que su esposo regrese. Después de meditarlo un momento, durante el cual la convenció de que este tema era muy importarte para los musulmanes, ella respondió: “Seis meses”. A partir de ese momento, Omar organizó todas las campañas militares para que terminaran en seis meses así todos podrían regresar con sus esposas dentro de ese período de tiempo.
Esto es aproximado, ya que las circunstancias pueden llevar a que ese tiempo sea mayor o menor. La mujer puede tolerar la ausencia de su marido por más de seis meses o puede demandarle que regrese antes que se cumpla ese tiempo. El hombre no puede negarle a su esposa su reclamo legítimo salvo que exista una buena razón que lo justifique. Además, el hombre no podrá tomar ninguna decisión financiera en nombre de su esposa sin su permiso.
El esposo deberá consultarle a su mujer sobre las decisiones importantes en relación a su hogar, sus hijos y otros temas en común. No es aconsejable que el hombre imponga una decisión sobre la familia sin escuchar la opinión de su esposa, siempre y cuando sea una opinión inteligente y correcta. El Profeta de Dios (P y B) nos dio un ejemplo práctico al respecto. El Día del Pacto con la tribu Quraish, el Profeta (P y B) le ordenó a sus compañeros que se raparan las cabezas y que abandonaran su estado de Ihraam, pero fueron lentos y no se apresuraron a cumplirlo. Um Salamah, su esposa, le recomendó que él lo hiciera primero y luego saliera a ver a sus compañeros. El Profeta (P y B) actuó según el concejo de su esposa y cuando los compañeros lo vieron, se apresuraron en cumplir obedientemente.
El marido debe evitar contar cada error insignificante que pueda cometer su esposa. Por ejemplo, el Profeta de Dios (P y B) dijo:
“Un hombre no deberá llegar a su hogar tarde en la noche luego de un viaje (es decir, sin anunciar su llegada con anterioridad)”. [Transmitido por Bujari, Muslim y otros]
El Profeta (P y B) dio esta recomendación para que el marido no encontrara a su mujer desalineada y eso le provocara desagrado. Por supuesto que en la actualidad, el esposo puede comunicarse con su esposa con mayor facilidad para decirle si regresará durante el día o en la noche.
El hombre está obligado a ser bueno, atento y cuidadoso con su esposa. Debe tratarla con honestidad, decencia, paciencia y cuidado, considerando su naturaleza. A la mujer le agrada que la amen y que la cuiden. Su esposo debe demostrarle afecto, amor, aprecio, cuidado y consideración.
El sistema de divorcio en el Islam está diseñado para proteger los derechos e intereses de la mujer y para dar una amplia oportunidad a la reconciliación de la pareja. Más adelante daremos algunos detalles al respecto, por ahora sólo mencionaremos que en el divorcio, así como en el matrimonio, cada uno debe actuar con buen comportamiento para asegurarle a cada parte lo que le corresponde. Dios, Todopoderoso, dice:
“Si la voluntad de divorcio se expresare dos veces, se tendrá aún la posibilidad de reconciliarse debiendo tratar a la mujer benévolamente, o en caso contrario dejarla marchar de buena manera”. [2:229]

lunes, 10 de mayo de 2010

UNA MUJER EN EL AMANECER DEL ISLAM.

Una vida en la intimidad de la revelación.

Aisha nació en la Meca cuatro años antes de la revelación. Sus padres Abu Bakr as-Siddiq y Um Rumman fueron de los primeros musulmanes. Su padre no es otro que el venerado y gran compañero del Profeta a quién este último nombró el “verídico” a partir de las inumerables pruebas de confianza y de leltad hacia él y hacia la religión de Dios. Abu Bakr es aquel reconocido por el Corán como “el amigo” del Profeta.
“Cuando dijo a su amigo: “no estés triste, Dios está con nosotros.” “ Corán 9/40. A Aisha se le ha llamado “la verídica, hija del verídico” (as-siddiqa bint as siddiq). Incluso antes de su conversión, su padre era conocido por su rectitud, su bondad y sus grandes conocimientos de la historia de Arabia, lo que se consideraba como patrimonio cultural propio de esta familia. Por otra parte, esto explica la razón por la cual Aisha, siendo aún muy joven, fue enviada con una familia de árabes notables que le enseñaron la lengua, la poesía y la cultura árabe lo que le permitió después sobresalir en estos campos y captar de manera profunda las sutilezas linguisticas del Corán.(1)

Su madre, Um Rumman, también es conocida como una de las primeras creyentes. Formaba parte de las sabias (sahabiyyat) a quienes el Profeta , en un hadith, les había predecido el Paraíso.(2). Su hermana Asma, personaje histórico y célebre del Islam, era conocida como una de las primeras musulmanas y ferviente partidaria de la causa del Islam. Por lo tanto, Aisha
vivió y creció en un ambiente familiar profundamente impregnado de esta enseñanza islámica original.

El profeta se casó con Aisha despues de recibir, a través de un sueño, una revelación que le auguraba su matrimonio con ella. (3) Aún cuando se casó muy joven, costumbre en Arabia, no fue sino hasta que llegó a la pubertad que el Profeta vivió con ella bajo el mismo techo en Medina. Fue la única mujer virgen con quién se casó el Profeta puesto que todas sus otras esposas eran viudas o divorciadas.
 
Durante diez años, Aisha vivió en la casa del Profeta y gracias a su juventud, su inteligencia y su espíritu vivaz, fue una de las mujeres que más se beneficiaron con la enseñanza profética. Esta iniciación en la religión se desarrolló en un clima de infinito amor conyugal. Era de tal manera manifiesto el gran amor que le profesaba el Profeta que no perdía ninguna oportunidad para probárselo o para asi confesarlo a sus allegados. Sin duda, era su dulce preferida, consideración y privilegio que le acordaba y cuya autenticidad se manifiesta en varios hadiths.
En un célebre hadith, Amr ibn al- As, uno de sus fieles compañeros, le pregunta:
“¿Quién es la persona a la que más amas?” El Profeta respondió: “Aisha”. No, “¿entre los hombres?” volvió a preguntar el compañero quién, aparentemente, en el término persona incluía únicamente a los hombres...“ a su padre”, respondió el Profeta.Debemos subrayar el hecho de que hubiera podido responder: “Abu Bakr, el padre de Aisha”. Sin embargo, respondió “a su padre”, lo que prueba su insistencia en el vínculo sentimental con Aisha. Esta alusión es muy importante  puesto que es un testimonio de la sensibilidad del Profeta hacia “lo femenino”.
   
Aisha era amada por partida doble, por ella misma y porque era la hija del Amigo. Por otra parte, Abu Bakr también era apreciado por ser el padre de la bienamada. Evidentemente, esta preferencia que manifestaba el Profeta por Aisha, irritaba a las otras esposas e incluso a Fátima Zahra, hija del Profeta, quién fue enviada a solicitud de todas a quejarse por esta situación. Ël dió esta maravillosa respuesta que prueba su inmensa ternura:
“Pero hija mía, ¿no amas tú a quién yo amo? (5) Muchos relatos evocan la intensidad del amor por quién fue “la mujer de su vida” después de la muerte de Khadija, su primera y adorada esposa. Con frecuencia, en momentos anodinos, el Profeta tenía gestos dulces y de inmensa
ternura, que mucho decían de su lado sentimental y humano. No podía soportar el sufrimiento que podía padecer su mujer. Por ejemplo, cuando Aisha se quejaba de un dolor de cabeza, era tan grande su pesar que terminaba por sufrir del mismo dolor. (6) No eran raras las manifestaciones de amor y de afecto del Enviado de Dios, pero a Aisha le encantaba escuchar decir que la amaba. Para afirmar su amor, a veces le preguntaba:
“ ¿Cómo es tu amor por mí?”
“Fuerte y sólido como el nudo de una cuerda” respondía el Profeta.
De vez en cuando le preguntaba:
“ ¿Cómo esta el nudo?”
El Profeta le respondía “ En las mismas condiciones”, lo que testimoniaba su fiel complicidad amorosa. Un día, un hombre invitó al Profeta a cenar y este preguntó “ ¿También esta invitada Aisha?”. El hombre respondió negativamente y el Profeta rechazó la invitación. Esta misma persona reiteró tres veces la invitación y el Mensajero rechazó tres veces la invitación hasta que el hombre invitó también a Aisha.
El Profeta y Aisha estaban unidos por una dulce y bella armonía como lo reportan muy numerosas fuentes de la tradición. El profeta decía que “Los mejores entre vosotros son los mejores para con sus mujeres” y el era, ciertamente, el mejor de los hombres, el mejor de los maridos y el mejor de los padres.
Este comportamiento ejemplar del que hizo gala con sus allegados durante toda su vida, es una prueba irrefutable de su dulzura y bondad con respecto a las mujeres y bien harían un buen número de musulmanes de hoy en seguir este ejemplo a nivel de sus relaciones con su esposa y con las mujeres en general. ¿Cuántas veces los hombres musulmanes se comportan con las mujeres en forma grosera y carente de toda sensibilidad y ternura, casi brutalmente? Y, colmo de la ironía, muchos de estos musulmanes alardean de esta conducta como una afirmación irrefutable de su identidad musulmana. Esto prueba que su concepción de la tradición profética es muy superficial y ridícula.
Los sentimientos de cariño y afecto que el Mensajero demostraba hacia Aisha,eran un hecho conocido y reconocido por todos, sobre todo por su fieles compañeros que tenían por principio amar y respetar lo que el Mensajero amaba. Es así que algunos compañeros sólo ofrecían regalos al Profeta cuando se encontraban en la casa de Aisha, esperando compalcerlo más frente a su esposa preferida. Es evidente que todo esto sucitaba ciertos celos, muy legítimos y comprensibles,entre las otras esposas. De acuerdo con un relato de la Tradición, Um Salama,
esposa del Profeta, evocó frente al Mensajero tres veces seguidas su contrariedad quién sólo respondió a la última en estos términos.“No me hieras con tus palabras con respecto a Aisha. Te juro por Dios que es la única mujer con quién he recibido la Revelación divina.” Por otra parte, los fieles compañeros siempre le acordaron una consideración distinta y privilegiada, lo que se notaba en su comportamiento y en sus palabras hacia ella a quién llamaban “la bienamada del bienamado de Dios” o como Umar Ibn al- Khattab: “la bienamada del Profeta”, o como Ali Ibn Abi Talib: “la amiga íntima del Profeta” (Khalilatu rasul Allah). Los compañeros íntimos del Profeta eran testigos del gran afecto, estimación y profundo respeto que le tenía
a Aisha.
Al lado del Profeta, Aisha también se distinguió por su extrema devoción hacia la persona del Mensajero y a su causa, asi como por su capacidad para hacer frente a todas las necesidades y sufrimientos que implicaba esta forma de vida. Nunca se quejó de la austeridad en la que vivía el Profeta ni deploró las arduas y penosas condiciones durante los difíciles periodos de la Revelación. Por el contrario, convencida de la verdad de la causa del Islam, no escatimaba ningún esfuerzo para luchar al lado del Profeta a fin de que se cumpliese las palabra
Divina sobre la Tierra.
Al día siguiente de la batalla de Khaybar, cuando los musulmanes empezaban a acumular victorias y ante el crecimiento de las ganancias obtenidas en las diferentes batallas, algunas esposas del Profeta le pidieron que les otorgara un parte de las ganancias. Esta solicitud hirió profundamente al Profeta quien destinaba todas sus riquezas a la gestión de la naciente comunidad musulmana y no a su vida privada. En estas circunstancias, decidió aislarse de sus esposas durante un mes. Después de este episodio el Profeta recibió una revelación del Corán en la que Dios le ordenaba exigir a sus esposas escoger entre una vida de fasto sin la
presencia de su noble esposo y una vida pobre pero digna con él: “Profeta, díle a tus mujeres: si desean la vida de este bajo mundo, venid y os liberaré dandoos los bienes de esta vida. Pero si buscáis a Dios y a Su mensajero y el triunfo en el Más Allá, Dios os ha preparado una inmensa recompensa por el bien que haréis.” Corán 33/28-29. Cuando este verso le fue revelado, la primera mujer que el Enviado de Dios fue a ver para proponerle la alternativa fue Aisha. Los relatos de la Tradición nos desvelan como el Profeta al presentar esta “alternativa” a todas sus esposas fue especialmente conciliador con Aisha, a la única a quien concedió un periodo de reflexión para responder, mientras que exigió una respuesta inmediata de todas
las demás. Através de este gesto, los comentaristas han podido medir el amor tan distinto que el Profeta profesaba a Aisha y su temor de que su esposa, en virtud de su fuerte personalidad y su fogosa juventud, decidiera la separación. Aisha tuvo una respuesta inmediata y rechazó el privilegio del periodo de reflexión, eligiendo desde lo más profundo de su alma a Dios y a Su Mensajero, elección a la que permanecerá fiel a lo largo de toda su vida.. No se trata aquí de
deducir cierta injusticia en el comportamiento del Profeta con respecto a sus otras esposas. El jamás fue así y la historia le reconoce un trato justo a todas sus esposas. Lo que sería necesario retener aquí de su preferencia por Aisha es el aspecto de su humanidad, de la incontrolable, pero ciertamente legítima,inclinación de su corazón hacia quien fue su dulce compañera. En este sentido,el Profeta repetía la siguiente invocación que traducía sus sentimientos afectivos:
“ O Dios, he aquí mi equidad en lo que me pertenece, pero no me reprendas por lo que te pertenece y que no puedo controlar”. Días antes de la muerte del Profeta bienamado, cuando la enfermedad progresaba rápidamente y cada día se acentuaba el sufrimiento, alterado y muy
enfermo, no cesaba de preguntar “ ¿en casa de quién estaré mañana?”Las otras esposas comprendieron que de esta manera expresaba su deseo de permanecer con Aisha y le pidieron que, por respeto a su voluntad, lo tuviera en su casa.Los sentimientos que abrigaba con respecto a Aisha eran tan intensos y profundos que deseaba vivir su enfermedad y su muerte en su casa, en sus brazos... Unidos los dos delante de Dios... Unidos en la vida y en la muerte y, por la gracia de Dios, en el Más Allá.Aisha fue el único testigo de su agonía, de sus últimas palabras y de su último aliento. Fue en los brazos de Aisha que tomó su decisión final: reunirse con su Dios, el Creador de este mundo. El Profeta fue sepultado en la habitación de la propia Aisha, lugar que se convertiría después en uno de los lugares santos más visitados y venerados del Islam. Después de su muerte, Aisha jamás se separó de él. Sepultado en su casa y teniendo por tumba su habitación, Aisha se propuso vivir en su presencia, con su memoria en el corazón y en lo más profundo de su alma. Fiel a su mensaje, a su enseñanza y a su conducta. Le esperaba una larga jornada puesto que vivió cincuenta años más después de la muerte del Mensajero del Islam y fue, sin duda alguna, su digna heredera espiritual y la depositaria de su Tradición.

lunes, 3 de mayo de 2010

DEBAJO DEL HIJAB POR LORENA LARA

La identidad de la mujer musulmana se define a través de múltiples características que la diferencian del resto de las mujeres. En cuanto a su fe, cumple con sus obligaciones con Allâh (al igual que el hombre) realizando sus oraciones, pagando su Zakât, ayunando en el mes de Ramadán,participando del Hayy, leyendo el Corán y obedeciendo siempre los mandatos de Allâh.  En su relación con otras personas ella trata a la gente con respeto, evita mezclarse con los hombres que no son mahram, sabe dar consejos, es obediente con su marido y respetuosa con sus padres, educa bien a sus hijos y es la mejor vecina.Se destaca por su carácter, es veraz, fiel, amable, tolerante, sincera y generosa. No es chismosa ni orgullosa, y jamás calumnia ni engaña a las personas. En cuanto a su propio ser, la mujer musulmana busca el conocimiento, nunca deja de leer y estudiar. Procura siempre estar en compañía de gente recta y participa de reuniones religiosas. Cuida su cuerpo, su aspecto personal y se embelleces únicamente frente a su esposo prestando especial atención a su vestimenta para salir de su casa. Cuando decimos que la mujer musulmana es recatada en su forma de vestir, nos referimos específicamente al uso del Hiyâb y a la forma en que cubre su cuerpo en presencia de los hombres que no son mahram. Sobre este último aspecto concentraré mi trabajo.

En una sociedad que designa un espacio público para el ejercicio de la prostitución, absuelve
a quienes abusan de menores y mujeres y aprueba los contenidos sexuales de lo que ven nuestros hijos en televisión mientras miran sus programas infantiles, es muy poco lo que se puede discutir sobre un código de vestimenta que no exponga los atributos femeninos y sería una utopía pedir que la moda incite a las jóvenes a cubrir sus cuerpos para salir a la calle. Evidentemente no está en nuestras manos decidir sobre estos temas, pero sin lugar a dudas no podemos ponerlos como escudo frente a lo que para nosotras es una obligación.

“¿Viste como me miran? ¿Cómo voy a ir a mi trabajo con Hiyâb? ¿Qué van a decir? ¿Con este
calor? ¿No escuchas lo que te dicen por la calle?¿Ves como se ríen? Cuando vengo a la mezquita siempre me cubro. Es muy difícil vestir así todo el tiempo en un país occidental. Nadie te entiende. Todos te juzgan. Te miran con miedo. Creen que estás enferma o loca. No… No es que no quiera… Yo NO PUEDO usar Hiyâb.” Tristemente estas palabras suenan familiares, pero mucho más lamentable aún es saber que existen miles de excusas más para seguir desobedeciendo a Allâh. En este trabajo trataré de probar que estas frases no son meramente prejuiciosas sino que se refieren a los sentimientos y modo de pensar erróneos de muchas musulmanas occidentales.Para lograrlo, diseñé una encuesta anónima y la distribuí a cuarenta y dos mujeres musulmanas –entre las cuales me incluí a mí misma – sobre el uso del Hiyâb en distintos ámbitos y sus opiniones acerca de cuándo y por qué dejan de usarlo.Mediante el análisis de las respuestas, intentaré demostrar cómo observar el Hiyâb es un aspecto esencial de la identidad de la mujer musulmana. Antes de comenzar este análisis, resumiré algunos conceptos islámicos que servirán de marco teórico de este trabajo.

El significado del Hiyâb
Allâh ordenó a las creyentes que cubran sus encantos y especificó aquellas personas ante las
cuales la mujer puede quitarse el Hiyâb. Allâh dice en el Sagrado Corán:Y diles a las creyentes que recaten sus miradas, se abstengan de cometer obscenidades, no muestren de sus arreglos y adornos más que lo que está a simple vista [como el rostro y las manos], cubran sus pechos con sus  manos] a sus maridos, sus padres, los padres de sus maridos, sus hijos, los hijos de sus maridos, sus hermanos, los hijos de sus hermanos, los hijos de sus hermanas,las mujeres, sus esclavas, sus sirvientes que tengan deseos sexuales, los niños que todavía no sienten atracción por el sexo femenino, y [diles también] que no golpeen con los pies al caminar para que no se escuche el sonido de sus ajorcas [y llamen la atención de los hombres]. Y pedid perdón a Allâh por vuestros pecados ¡Oh, creyente!, que así tendréis éxito [en esta vida y en la otra].Sûrah de la Luz 24: 31 Vestir el Hiyâb no significa solamente llevar un pañuelo en la cabeza, hay ciertas condiciones que también se deben observar:

1- La ropa debe ser holgada, lo suficientemente larga como para cubrir todo el cuerpo y que
no sea traslúcida.
2- Si utiliza pulseras u otros adornos, no deben hacer ruido al caminar.
3- El tipo de tela, diseño y colores no deben llamar la atención.
4- En su forma de vestir no debe parecerse a un hombre. El Profeta  dijo: “Allâh maldice a los hombres que se visten con ropa de mujer y a las mujeres que se visten con ropa de hombre”.
La mujer musulmana debe cubrir sus atributos femeninos porque Allâh así lo ordena. Parte de la sabiduría detrás de esta orden es proteger el honor de la mujer. Allâh confirma esto
en el Corán cuando dice:¡Oh, Profeta! Dile a tus mujeres, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran [todo el cuerpo] con sus mantos; es mejor para que se las
reconozca y no sean molestan.

Allah es Absolvedor, Misericordioso.Sûrah de Los Aliados, 33: 59 Si una mujer se cubre, los hombres inmorales y corruptos sabrán que no son parte de su presa. El Profeta  advirtió a las mujeres que muestran sus encantos en un Hadîz transmitido por Muslim y narrado por Abu Hurairah. El Mensajero de Allâh  dijo: “En el Infierno hay dos tipos de personas: quienes usan sus látigos como colas de vaca para golpear a la gente, y las mujeres que aún vestidas parecen desnudas y caminan de modo seductor moviendo sus cabezas como jorobas de camello de un lado a otro. No entrarán al Paraíso,ni percibirán su fragancia a pesar de que su
fragancia se perciba desde muy lejos”.El Sheij Al Nawawi explicó este Hadîz y dijo que “las mujeres que aún vestidas parecen desnudas” se refiere a las mujeres que visten ropa ajustada o transparente de modo que se notan las formas de su cuerpo. También dijo que “sus cabezas como jorobas de camello” se refiere a cómo se arreglan el cabello en rodetes altos de forma tal que llaman la atención al caminar porque se balancea de un lado a otro.La mujer debe comprender que cualquier orden que Allâh le haya dado es para su propio beneficio y sólo provocará felicidad para ella misma, para su familia y para toda la sociedad. Al cubrirse, la mujer obtiene una gran estima, se protege del acoso de los hombres y purifica su entorno. El Hiyâb es una forma de identificar a las mujeres musulmanas para distinguirlas y darles un lugar honorable dentro de la sociedad. El Islam brega por una sociedad limpia en la que no se provoquen deseos que lleven luego a cometer actos ilícitos como la fornicación o el adulterio. También nos enseña a diferenciar entre la virtud y el vicio y nos insita hacia lo bueno prohibiendo lo malo para constituir una sociedad sobre la base de la verdad, la pureza, la justicia y la igualdad. La naturaleza humana tiene en sí misma cosas buenas y cosas malas, es por eso que en ocasiones actuamos correctamente y otras no. Sin embargo, Allâh ha abierto la puerta del arrepentimiento y del perdón. Cuando volvemos a Allâh, Él perdona nuestros pecados.

Análisis de la encuesta
Para comenzar, quise saber cuánto hacía que las encuestadas habían abrazado el Islam para
tener en cuenta el nivel de conocimientos del Islam de cada una porque cualquiera podría decir que las nuevas musulmanas tal vez no saben el tema del Hiyâb y de la vestimenta islámica todavía. El 62% dijo ser musulmanas por más de un año y sólo el 19% han abrazado el Islam menos de un mes atrás. Con este resultado como evidencia, continuaré mi análisis con la premisa de que el desconocimiento no es excusa para vestir de cualquier manera, ya que lo primero que se le explica a una nueva hermana es cómo debe vestirse al venir a la mezquita y fuera de su casa. Si observamos el ejemplo de las primeras musulmanas, entenderemos claramente cómo ellas acataron cabalmente la orden de Allâh sin cuestionarse por qué o bajo qué circunstancias debían cubrirse. Según un relato transmitido por Bujari, ‘A’ishah dijo: “Que Allâh tenga misericordia de las mujeres de los emigrantes (Muhâyirûn).

Cuando Allâh reveló cubran sus pechos con sus velos(24:31), ellas rasgaron sus vestiduras y
cubrieron sus cabezas y rostros con ellos”. Existen numerosos hadices que hablan de este primer momento de la revelación, y en todos ellos está claro que las mujeres ni bien oyeron las palabras de Allâh, se cubrieron por completo sin esperar a que alguien más les diera alguna explicación. Como musulmanas debemos seguir el ejemplo de estas mujeres, de su carácter y de su obediencia. Tal vez algunos digan que es difícil responder de este modo en la sociedad en que vivimos, donde el Islam es minoría y la vestimenta islámica resulta extraña a la vista de la gente, pero justamente seguirá siendo una rareza si las musulmanas siguen sin vestir correctamente fuera de sus casas. Distinta sería la reacción de la gente si diariamente vieran caminar por la calle mujeres llevando Hiyâb. Muchos dicen que deben ocultar su cambio de religión y por eso no pueden vestirse apropiadamente, por eso, formulé dos preguntas con respecto a quiénes saben de la condición de nuevas musulmanas. Contrariamente a lo que se
presupone, un 64% respondió que todos sus conocidos están enterados y sólo un 3% dijo ocultarlo. Incluso cuando pregunté en relación al trabajo, los porcentajes se mantuvieron casi
iguales, con un 9% de mujeres que ocultan su religión. ¿No resulta contradictorio entonces que si todos saben que somos musulmanas no salgamos a la calle vistiendo como tales? Con respecto al trabajo, busqué profundizar en el tema haciendo algunas preguntas más que también se desprenden de las creencias populares respecto a la discriminación que sufren los
musulmanes en nuestra sociedad. Hemos escuchado casos de personas que dicen no poder
realizar sus oraciones en horario laboral porque no se lo permiten, que las mujeres no pueden llevar el Hiyâb y que se las ha discriminado por vestir islámicamente. Sólo un 40% respondió que efectivamente utilizan el Hiyâb en sus trabajos, pero lo sorprendente es que del otro 60%, sólo el 12% dijo haber sido discriminada o rechazada en algúntrabajo por vestir como musulmana. Si la mayoría que no lo usa respondió que no sufrió ningún tipo de discriminación o rechazo, me pregunto si alguna vez han intentado siquiera ir a sus trabajos con Hiyâb. ¿No será que imaginan que serán discriminadas y por eso directamente no se presentan con ropa islámica? Esto podrá ser verificado en una próxima encuesta para profundizar sobre este y otros puntos insha Allah. Cabe mencionar aquí algunos conceptos islámicos del trabajo de la mujer musulmana. En el Islam la obligación de proveer el sustento es del hombre y la mujer procura quedarse en su casa atendiendo sus obligaciones de ama de casa y madre. En el caso de que sea necesario que la mujer salga a trabajar, ella debe tener en cuenta que el tipo de trabajo que va a realizar sea acorde a su naturaleza femenina. Deberá cuidarse también
de no mezclarse innecesariamente con sus compañeros hombres prestando atención al tono devoz y forma de hablar que usa al dirigirse hacia ellos. La mujer deberá cuidar de no maquillarse ni embellecerse cuando trabaje con compañeros del sexo opuesto.

Por otra parte, la mujer que por un motivo u otro tenga que salir a trabajar, no debe descuidar
su casa, ni su marido, ni mucho menos la educación de sus hijos. Si todo esto está en riesgo,
deberá entonces replantearse su necesidad de trabajar o buscar un trabajo acorde a su religión. Deberá elegir una tarea que pueda realizar desde su casa, por ejemplo, o donde no tenga que trabajar largas horas fuera de ella. El Profeta dijo:
“Quien renuncie a algo por la causa de Allâh, Allâh se lo compensará con algo mucho mejor”.
(Transmitido por Albani)Otro ámbito en  el que no vemos mujeres vestidas islámicamente es en las escuelas, institutos educativos y universidades. Nuevamente mis preguntas se centraron en saber si utilizan el Hiyâb o no y si han sido discriminadas o agredidas por sus compañeros al vestirlo. De las mujeres que al momento de la encuesta se encontraban estudiando en algún centro educativo, la mitad dijo asistir con Hiyâb y sólo un 9% respondió haber sufrido algún tipo de discriminación. Será material de estudio en próximos trabajos el dilucidar por qué entonces no encontramos mujeres musulmanas en ámbitos educativos vistiendo correctamente su Hiyâb.
Hasta aquí las respuestas han sido variadas y demostrarían que la mayoría de las musulmanas
visten su Hiyâb en el trabajo y en el ámbito educativo. Sin embargo, en las preguntas diez y once las respuestas resultan contradictorias con las respuestas anteriores. Pregunté puntualmente si utilizan el Hiyâb fuera de la casa y las respuestas variaron bastante. Las mismas personas que respondieron que sí lo usaban en sus trabajos (40%) y en los lugares donde estudian (43%), y que también dijeron que todos saben de su religión (64%), en esta pregunta respondieron sólo en un 33% que dijeron usarlo siempre. Muy cerca – con un 29% – respondieron que depende en donde están lo usan o no. El 14% respondió que lo usa pocas veces y el 12% admitió no usarlo nunca, a pesar de que el 76% de las mujeres encuestadas dijeron saber el significado de vestir Hiyâb y de cubrir sus atributos femeninos. 

La pregunta número once se refiere a por qué no usan el Hiyâb y es sorprendente descubrir que la mayoría de las mujeres que dijeron no usarlo siempre, lo hacen por vergüenza (29%). Mientras que fueron muy pocas las que dijeron sufrir algún tipo de discriminación o agresión, el 19% dijeron que no lo usan porque son agredidas o ridiculizadas. Sólo el 5% dijo no vestir el Hiyâb porque se ve ridícula con él. Si podemos decir que no hay discriminación, y que la mayoría dijo no ocultar su religión, evidentemente existe una gran incongruencia en las respuestas y será un buen punto de partida para realizar un nuevo estudio en futuros trabajos.
 
Existen dos temas importantes que también deberán tenerse en cuenta: tener amistades musulmanas y asistir a la mezquita frecuentemente. Debemos seguir estos dos consejos para poder incrementar nuestro conocimiento y poder compartir nuestras experiencias con nuestros hermanos. Cuando pregunté sobre estos temas, la respuesta fue positiva, el 86% dijo tener amigas musulmanas y la mayoría asiste a la mezquita regularmente. Sólo un 5% respondió que únicamente van a eventos especiales. La importancia de concurrir a la mezquita y de tener amistades musulmanas, quedó expresada en numerosos hadices del Mensajero de Allâh .
Abû Mûsa ralató que el Profeta dijo: “El creyente es para con otro creyente como (las distintas partes de) un edificio: Una parte refuerza a la otra” y luego entrecruzó los dedos de sus manos. En otra ocasión dijo: “No os odiéis unos a otros, no os envidiéis unos a otros y no os alejéis unos a otros; sed siervos de Allâh y hermanos. Ningún musulmán puede dejar de hablar con su hermano por más de tres días” (Narrado por Anas bin Mâlik).
Conclusión
Llegamos así a preguntarnos algo que no  podemos pasar por alto: ¿realmente la sociedad
discrimina a las mujeres que se visten de acuerdo con el código islámico o es que las musulmanas no se animan a adoptar el Hiyâb por miedo al ridículo y a verse mal? Si tomamos las respuestas de esta encuesta, podemos llegar a la conclusión de que son muy pocas las que efectivamente tienen problemas en el trabajo, la calle o el lugar donde estudian, por lo que resulta casi obvio que la decisión de no vestir el Hiyâb es absolutamente personal y arbitraria de cada mujer. Evidentemente no es sencillo contradecir los códigos y costumbres de la sociedad en que vivimos, pero ¿es más fácil contradecir a Allâh? Sólo Allâh nos juzgará y sólo Él sabe qué mujeres son o no son buenas musulmanas, quiénes visten el Hiyâb por temor a Él o quiénes lo visten por temor al qué dirán. Usar el Hiyâb no es una cuestión de ser más o mejor que quien no lo usa, es simplemente una orden que Allâh ha dado para el beneficio de cada mujer. ¡Subhana Allâh siempre cuidando de sus siervos! Es verdad que cuesta al principio tomar la decisión de adoptar el Hiyâb todo el tiempo fuera de casa, y tal vez encuentren más
de una dificultad al hacerlo, pero recuerden siempre que Allâh nos pone a prueba para fortalecer nuestros corazones. Allâh dice:
 
¿Acaso piensan los hombres que se les dejará decir: ¡Creemos! Sin ser puestos a prueba? Por cierto que probamos a quienes les precedieron, y Allâh bien sabe quiénes son los sinceros y quiénes los mentirosos.Sûrah de la Araña, 29: 2-3 Tal vez no podamos cambiar la sociedad que nos rodea, pero si comenzamos por cambiar dentro de cada una de nosotras, tal vez podamos incentivar a otras mujeres de nuestra comunidad islámica para que cada vez seamos más quienes cumplamos con Allâh y se nos reconozca en la calle como “musulmanas” y no como cualquier otra cosa. Raro es lo que no se conoce, y si nosotras mismas no hacemos que se nos distinga por nuestra religión, entonces ¿Quién le enseñará a la gente? ¿Los medios? ¿Qué dicen los medios sobre la mujer musulmana? ¿Qué mejor que nosotras mismas para explicar el significado del Hiyâb? Definitivamente el Hiyâb es un componente esencial de la identidad de las musulmanas y aquellas que lo vestimos debemos dar el ejemplo a otras mujeres. Somos madres, hijas, hermanas, esposas, amigas, tías, sobrinas, estudiantes, trabajadoras, amas de casa, y estamos en contacto con mucha gente que seguramente preguntará por qué nos vestimos de este modo. Esa es la mejor oportunidad para difundir nuestra creencia y explicar que no se trata de una imposición de nuestro marido o padre, ni una costumbre árabe, ni una tradición islámica, sino que somos musulmanas y obedecemos a Allâh tan como Él mismo nos ordena en el Corán:¡Oh Creyentes! Obedeced a Allâh,obedeced al Mensajero y a aquellos de vosotros que tengan autoridad yconocimiento. Sûrah de Las Mujeres, 4:59 Esta aleya nos ayuda a comprender que Allâh encomendó obedecerlo a Él y al Mensajero,pero condicionó la obediencia a quienes tienenautoridad sobre nosotros a que obedezcan a Allâh y a Su Mensajero. Esto quiere decir que si recibimos órdenes de autoridades que son contrarias a Allâh y a Su Mensajero, entonces no les debemos obediencia en absoluto. Según el Hadîz transmitido por Ahmad, el Profeta Muhammad  dijo: “No se obedece a un ser creado, desobedeciendo al Creador”.Si la mujer musulmana deja de cubrirse, no sólo viola el Corán y la Sunnah del Profeta , sino que muestra debilidad en su fe dañando su
dignidad y disminuyendo su pudor. El Profeta dijo: “El pudor es parte de la fe” (Transmitido por
Al Bujari). Por eso debemos superar los sufrimientos y las ofensas con paciencia y confianza en Allâh. Abu Musa relató que el Profeta dijo: “Nadie es más paciente que Allâh ante lasofensas. Oye que la gente le atribuye un hijo y Él los sigue dotando con salud y sustento”.
La próxima vez que alguien les pregunte si en verano no sienten calor debajo de tanta ropa, podrán responder con las palabras del Sagrado Corán:Diles [Oh, Muhammad!], El calor del
fuego del Infierno es mucho más intenso aún... Sûrah del Arrepentimiento, 9: 81
 

BIBLIOGRAFÍA

IBN BAZ y otros, Respuestas de la jurisprudencia Islámica para la mujer, IIPH, Riyadh, 2003.
Islam Questions & Answers (preguntas número:45883, 7844, 11967, 20004, 6244, 13998, 6666 y20140) 
www.islam-qa.com El Sagrado Corán – Traducción de su contenido al idioma español, IIPH, Riyadh, 2004. ABDUL RAHMAN, Abdullah, Islamic Dress Code for Women, Darussalam, New York, 1999.ABDUL GHAFFAR, Hasan, The Rights and Duties of Women in Islam, Darussalam, New York, 1999.BADAWI, Jamal, Status of Woman in Islam, The Communities Center, Abha, 1980. 
Dr. ABDULLAH, Daud, Aishah bint Abi Bakr, Abul Qasim Publishing House, Jeddah, 1995.
IBN AL-QADHI, Abu Ammaar, Asma’ bint Abi Bakr, Abul Qasim Publishing House, Jeddah, 1995.IMAM AL BUJARI, Sahih Al Bujari, Oficina de Cultura y Difusión Islámica en Argentina, Buenos Aires, 2003.

lunes, 19 de abril de 2010

LA VERDAD SOBRE LA POLIGAMIA



La traducción del versiculo que permite a los hombres casarse con más de una mujer, es como sigue: "Si no teméis ser capaces de tratar justamente a las huérfanas, casaos con otras dos, tres o cuatro mujeres que sean licitas para vosotros; pero teméis que no vais a ser capaces de tratarles con justicia entonces casaos con sólo una..; esto será más conveniente para impedir que cometáis injusticias".(4:3).

Para que los seres humanos encuentren la fidelidad en esta vida y realicen el objetivo de su creación, tienen que dar prioridad a dos cosas entre las condiciones materiales: las saludables, estables y ordenadas relaciones humanas entre la familia y la sociedad; y una relación justa y razonable del ser humano y la riqueza. En la Sura an Nisa(Las Mujeres), desde el segundo versiculo hasta el final del sexto versiculo, se menciona el derecho de los huerfanos en las familias numerosas, y las relaciones tanto personales como financieras entre el huérfano y su tutor legal son organizadas. En los dos versículos que se encuentran en la parte intermedia de la Sura se menciona los asuntos del matrimonio y la dote;sin embargo dicha mención es indirecta por haber surgido dentro del contexto de las regulaciones y los consejos acerca de los derechos de las húerfanas. En otras palabras, la conocida (POLIGAMIA) (TAADDUD AZZAWYAT), no ha sido un asunto de resolución directa; es mencionado como una forma de proteger de los derechos de los huérfanos en dicho contexto. A partir del séptimo versículo, se mencionan las reglas de la herencia que es uno de los aspectos más importantes de la asignación de la reiqueza.

Los seres humanos, hasta ahora, no han podido encontrar solución alguna para evitar las guerras, los desastres naturales y la muerte. Aunque se pueda encontrar un remedio para evitar las guerras y que prevalezca un ambiente de paz, el mundo seguira viviendo con los otros dos males. LAs guerras, los desastres naturales y las muertes dejan niños sin padres. Aquellosniños (los huerfanos) necesitan a un protector, un educador y una persona que los represente a ellos y a sus propiedades. Estos protectores y representantes se llaman (tutores). La responsabilidad de estos tutores es cuidar al huérfano y protejer sus intereses tanto personales como monetarios. Hay nuevas del Profeta que dicen: "Aquellos que amparan a un huérfano, cuidan de él y lo educan estarán junto al Profeta en el Paraiso". Los tutores que desafían sus responsabilidades; los que usurpan la propiedad del huérfano o tratan de cambiarla por la suya que es inferior a esa, son unos traidores de la confianza que abusan de sus derechos y responsabilidades.

En general, los huérfanos son casados por sus tutores y la elección del futuro novio
y las condiciones se determinan según el deseo de éstos. Cuando unhuérfano contrae matrimonio, el que debe buscar aquello beneficioso para el mismo es el tutor. La responsabilidad de la custodia, si no hay ningún otro pariente más cercano, puede pasar a los primos por parte de los tíos paternales, entre los cuales no hay prohibición de matrimonio. En tales casos, si el autor (el primo) quiere casarse con la huérfana, eso quiere decir que no hay ningún tutor que proteja los derechos de dicha huérfana en tal contrato de matrimonio por que las condiciones son establecidas por alguien que asu vez es la otra parte del contrato. En caso de que exista algún riesgo de abuso y privación de los derechos de la huérfana, Dios advierte a los tutores contra las injusticias, a quienes no les esta prohibido con las parientes huérfanas y les aconseja que se casen con otras dos, tres o cuatro mujeres, en vez de casarse con las huerfanas que están bajo su protección. La expresión (.. con dos, tres, o cuatro...) debe indicar que hay muchas mujeres en este mundo con las que pueden casarse. Lo que Aisha, la madre de los creyentes, indicó sobre el motivo de la revelación del versículo: (Si teméis que no vais a ser capaces de tratar justamente a los huérfanas) evidencia que la explicación tratada anteriormente era un hecho histórico: según ello los tutores, o se casaban con las huérfanas bajo su protección sólo para obtener las propiedades de ella o se casaban con ellas por amor, pero dándoles menos dote.

La cuestón mencionada indirectamente en el versículo, o sea, la posibilidad y la tradición de poder casarse con más de una mujer, se extiende hasta épocas anteriores al Islam. En aqullos tiempos, los hombres en lugares como Egipto, India, China y Persia, asi como en las antiguas sociedades griegas, romanas, judías y árabes podían casarse con más de una mujer y vivir una vida de matrimonio o una vida similar a un matrimonio, e incluso como amantes en sus casas. En esos tiempos, existían muchos motivos para que se estableciera la poligamia según la sociedad y la rázon más importante de la poligamia en las regiones donde surgio el Islam, Sobre todo en los pueblos, en las regiones montañosas y en el desierto donde vivian los beduinos, fue que era vital una población numerosa tanto para defenderse contra el enemigo como para dominar su alrrededor. Los motivos restantes pueden ser las dificultades de la vida rural que requiere muchos trabajadores,el número en aumento de la mortandad de los varones debido a las interminables guerras entre las tribus, los ataques, los saqueos etc., y la disminución en número de los hombres con respecto al de las mujeres.

Por lo tanto, la oportunidad y la práctica de la tradición de la poligamia no fue establecida por el Islam, sino que el Islam sólo lo permitió bajo ciertas condiciones y reglas. Pero aquí poné énfasis en las diferencia de dos elementos:

1. En este versículo se aconseja a aquellos que todavia no éstan casados a conformarse casándose con solo una mujer para evitar los riesgos de la existencia se alguna injusticia contra ellas.

2. En el versiculo 129, aquellos que ya están casados con más de una mujer son recordados una vez más mencionando que es imposible ser absolutamente justos con todas ellas (un hombre quizá no pueda conseguir ser justo con respecto a sus sentimientos, pero tiene que serlo en terminos legales), y se aconceja por lo menos no perder el sentido de la justicia.

El Islam, ( en su autoridad, junto con la fe, los actos de devoción, la moralidad, la perspectiva mundana y los objetivos relacionados con el más allá, los principios sociales y económicos y un código penal) no se halla abierto aun cambio fundamental; hay reglas y principios inmutables en ello. Sin embargo, en el campo de la judicatura, siempre es posible cesar la práctica de una regla si tiene consecuencias negativas. Por lo tanto, la poligamia, que ésta basada en un solo permiso que procede de las circunstancias históricas y sociales puede ser prohibida según la decisión de los musulmanes o de sus representantes autorizados con la condición de que sea por motivos de abuso o que tenga consecuencias negativas.

Aquellos hombres que se casan en segundas nupcias con otra mujer sin motivos saludables ( por algunas necesidades o condiciones irresistibles), por el mero placer, deben tener en cuenta las concecuencias que puede crear este hecho en su primera mujer y en el ambiente familiar que viven, en una sociedad donde la mayoría de la gente practica la monogamia. Deben preguntarse si tienen derecho alguno para dañar los sentimientos de la primera esposa que son, por ensima de todo sus hermanas de religión, de sus hijos o de los parientes tan sólo para satisfacer sus placeres, perjudicándolos y lastimándolos, así como arriesgando su religión y fe. De hecho, tal y como hemos mencionado antes, el profeta Muhammad no le permitió a Ali casarse con otra mujer mientras estaba casado con Fatima, aduciendo que este matrimonio podría constituir una concecuencia negativa sobre Fatima y su familia.

Wa Barik ala Muhammadin wa ala ali Muhammadin.

viernes, 16 de abril de 2010

LAS ESPOSAS DEL SANTO PROFETA Y SU TRATO BONDADOSO PARA CON ELLAS

EL TRATO BONDADOSO DEL SANTO PROFETA (sa) HACÍA SUS MUJERES

Conferencia presentada por Bilal Atkinson en la Reunión Anual del año 2005 celebrada en el Reino Unido.
 
El tema de mi discurso de hoy trata de la vida doméstica del Santo Profeta, haciendo hincapié sobre la naturaleza de las relaciones con sus esposas y la bondad que siempre mostró hacia todas ellas. Sin embargo, antes de comenzar esta maravillosa historia, una historia de amor, bondad y respeto, quiero presentar alguna información biográfica sobre quien eran sus mujeres y en qué circunstancias llegó a casarse con ellas.
 
El Corán dice:
 
“¡O Profeta ¡ Te hemos hecho lícitas tus esposas, cuyas dotes has pagado, las que posee tu mano derecha de entre aquellas que Al-lah te ha dado como ganancia de guerra, las hijas de tu tío paterno, las hijas de tus tías paternas, las hijas de tu tío materno, las hijas de tus tías maternas que han emigrado contigo y cualquier otra mujer creyente si se ofrece en matrimonio al Profeta, con la condición de que el Profeta desee casarse con ella: Esto es sólo para ti, y no para otros creyentes – ya hemos dado a conocer lo que les hemos ordenado a ellos en cuanto a sus esposas y a las que poseen sus manos derechas – para que no haya dificultad para ti en el cumplimiento de tu tarea. Pues Al-lah es el Sumo Indulgente, Misericordioso.” (Al Ahzab. 33.51)
 
Este versículo del Sagrado Corán hace referencia a las tres clases de mujeres con las que el Santo Profeta (sa)* podría casarse, además de sus esposas existentes. Mujeres capturadas en el curso de las guerras en contra del Islam. Mujeres que habían emigrado a Medina con el Santo Profeta (sa)* y mujeres que se le ofrecieran en matrimonio. Este permiso especial es una indicación de que, lejos de buscar la gratificación sensual, como le han acusado adversarios ignorantes o maliciosos, sus motivos eran puros. Las que hubieron abandonado sus hogares por el Islam, y aquellas hechas viudas porque sus maridos habían muerto en defensa del Islam o incluso en contra, tenían un derecho especial para disfrutar de la bondad, generosidad y consideración del Santo Profeta. Fueron estos factores los que influyeron en el Santo Profeta cuando se casó con la mayoría de sus esposas.
 
El Santo Profeta tenía veinticinco años de edad cuando se casó con Jadiyyah que tenía cuarenta años, que había quedado viuda dos veces y que tenía sus propios hijos. Al tomar su decisión, el Santo Profeta se sintió probablemente influido, ante todo, por el trato amable que recibió de ella cuando trabajó a su servicio, y la buena impresión que recibió sobre sus otras cualidades. Tal era la confianza, afecto y respeto que Jadiyyah sintió por su marido que puso inmediatamente todos sus recursos en sus manos y él distribuyó la mayor parte de sus bienes y propiedad entre los pobres y necesitados. También liberó a todos sus esclavos.
 
De esta manera eligió una vida de pobreza para sí y para su mujer, y dice mucho del afecto profundo que Jadiyya sentía hacia su marido y su noble carácter, el hecho de que aceptara su decisión con agrado.
 
El matrimonio, a pesar de las diferencias de edad y de riquezas entre ellos, resultó ser muy feliz. Jadiyyah dio a luz varios hijos de Mohammad (sa)*; de los cuales los dos hijos varones murieron a edad temprana. Pero sus cuatro hijas se hicieron adultas y se casaron. Cuando estaba en casa Mohammad se ocupaba, como era su costumbre, de las tareas del hogar y del cuidado de su esposa e hijos.
 
Mohammad era un marido cariñoso y afectuoso, y mostró siempre una tierna consideración para Jadiyya: ella por su parte sentía tanta devoción hacia su esposo que, cuando, después de quince años de matrimonio, él recibió la llamada divina, ella no dudó ni un instante de él y durante los diez años de matrimonio que siguieron, fue su constante fuente de apoyo y consuelo. Muchos años más tarde, Mohammad (sa [i] ) solía recordar este periodo de su vida con nostalgia. Y se conoce un incidente conmovedor que nos hace entender el amor que existía entre Mohammad y su primera esposa. Aisha (esposa del Profeta) relata que, varios años después del fallecimiento de Jadiyya en cierta ocasión se encontraba a solas con el Santo Profeta en una habitación, cuando alguien llamó a la puerta y pidió permiso para entrar. En ese momento Aisha observó que Mohammad se volvía repentinamente pálido. La razón de su reacción se reveló en seguida. La persona que había llamado era una hermana menor de Jadiyya que se parecía mucho a su hermana mayor en el tono de voz y en su manera de hablar. Durante un instante el Santo Profeta creyó haber oído la voz de su querida mujer y sufrió una punzada de dolor.
 
Durante veinticinco años, y hallándose en la flor de su vida, el Santo Profeta vivió con Jadiyya un matrimonio estrictamente monógamo y durante estos años él fue un marido fiel y cariñoso. Solamente después de su muerte, cuando ya tenía más de cincuenta años de edad y tenía ante sí la inmensa tarea de predicar y extender el mensaje de Dios entre la humanidad, volvió a casarse más de una vez. Durante la última fase de su vida, después de la muerte de su querida esposa Jadiyya, el Santo Profeta se casó once veces a lo largo de los años.
 
Después de la muerte de Jadiyya, el Santo Profeta (sa)* se casó con Hazrat Saudah, una viuda piadosa de avanzada edad. Se casó con las demás mujeres entre 2 y 7 años después de la emigración a Medina. Se trataba de un periodo crítico en que su propia vida estaba amenazada y prácticamente no tenía descanso ya que debía luchar para defender la supervivencia de su comunidad que estaba pendiente de un hilo.
 
El Santo Profeta (sa)* también se casó con Hadhrat Aisha, la hija de su amigo más íntimo, Hadhrat Abu Bakr. El hecho de que ella fuese muy joven cuando se casaron y que viviese hasta una edad avanzada, significaba que se trataba de una persona que conoció íntimamente al Santo Profeta y que vivió en una época durante la cual se hicieron esfuerzos muy concienzudos por recopilar información biográfica sobre el Santo Profeta. Gracias a Aisha tenemos una gran cantidad de información fiable y detallada sobre el carácter y la forma de ser del fundador del Islam.
 
Mohammad (sa)* se casó con Hafsah, cuyo marido había muerto en la batalla de Badr, y con Zainab bint Khuzaymah, cuyo marido, Ubaydah ibn al-Harith había muerto en la batalla de Uhud. Zainab era, además, hija del jefe de la tribu beduina de Amir, por lo que el matrimonio sirvió para forjar una alianza política. Se casó con Umm Salamah, que después de la muerte de su marido un compañero muy querido del Santo Profeta, había quedado viuda y con varios hijos. Cuando el Santo Profeta se casó con Juwairiyah, cientos de familias del Bani Mustaliq fueron puestas en libertad por los musulmanes. Con su matrimonio con Hadhrat Zafia, superó otro conflicto tribal y de esta manera dio otro paso hacia la eliminación de las crónicas hostilidades existentes entre las tribus en la Arabia de su época. Cinco años después de la migración, se casó con Zainab bint Jahsh, la mujer que se divorció de Zaid, porque quería ayudar a esta noble dama a superar la sensación de vergüenza que sufría después del divorcio que ella misma había solicitado. Las circunstancias de su matrimonio con Zainab han causado cierta polémica a lo largo de los siglos y la interpretación de los hechos varía desde lo más vil hasta lo más piadoso. (Nota) Pero lo que no se puede discutir es que el Santo Profeta eligió honrar a una mujer divorciada, enseñando así al mundo musulmán a respetar a las mujeres divorciadas, tanto o más que a las demás. También se casó con Umm Habibah, la hija de Abu Sufyan, que había enviudado durante el exilio en Abisinia.
 
Se sabe también que otra mujer viuda, llamada Maimunah, se propuso en matrimonio al Santo Profeta, quien la aceptó con agrado, sobre todo, por las aportaciones que ella hizo a favor de la formación y educación de las mujeres musulmanas. Por ultimo, se casó con Mariah siete años después de la emigración, elevando así a una esclava liberada a un rango muy superior, pues quedó incluida así en la categoría denominada por el Corán de ‘madre de los fieles’ y al mismo tiempo dando otro golpe mortal a la institución de esclavitud.
 
Los más acérrimos críticos del Islam han intentado a veces argumentar que el hecho de tener tantas esposas cuando ya tenía una edad avanzada es prueba de que existía un lado licencioso en su carácter que el no quería reconocer, por lo que inventó toda una serie de revelaciones divinas con la finalidad de justificar sus acciones. Pero ninguno de los escritores no musulmanes serios comparte este punto de vista. En primer lugar, porque sus largos y profundamente felices años de matrimonio monógamo con su esposa Jadiyya, ocuparon todos sus años de juventud. En segundo lugar, la mayoría de las mujeres con las que contrajo matrimonio en sus últimos años ni eran jóvenes ni eran mujeres que no hubiesen estado casadas con anterioridad. En tercer lugar, porque en cada uno de estos casos distinguimos claramente las razones sociales o políticas subyacentes encaminadas a unificar a las tribus de Arabia y a demostrar importantes principios al mundo islámico.
 
Un importante suceso referido a Aisha nos revela mucho sobre el tipo de relación que el Santo Profeta mantenía con sus esposas.
 
 Una mañana, en enero del año 627 hallándose Aisha de viaje con un grupo de personas, se alejó ésta del grupo por unos momentos, y al regresar, descubrió que todos los demás se habían ido ya. Y sabiendo que pronto regresarían para recogerla, Aisha decidió esperar. Al poco tiempo apareció Safwan ibn al Muattal, que se había quedado rezagado. Aisha se cubrió con el velo rápidamente y él la subió a lomos de su propio camello. No habiéndose percatado de su ausencia todavía, cuando Aisha llegó de improviso con Safwan, comenzaron las habladurías.
 
A raíz de este incidente, aparentemente trivial, los hipócritas que querían dañar la posición del Santo Profeta y fomentar las hostilidades de las tribus en contra de los Emigrantes, empezaron a hacer correr rumores incitando a pensar que podía haber existido un acto de adulterio por parte de Aisha. El Santo Profeta se hallaba en una difícil y delicada situación, y el desconcierto que sufrió es evidente porque durante varios días no supo como resolver la situación. Aunque rara vez se equivocaba, sufría como cualquier otro ser humano a la hora de tomar sus decisiones. Consultó a varios de sus seguidores y, como era su costumbre, a sus mujeres. Este incidente nos proporciona un ejemplo que muestra que la relación con sus mujeres no era, en absoluto, autoritaria. Las consultaba a menudo y siempre escuchaba con respeto y paciencia lo que ellas tenían que decirle. Es posible que dudase en expresar su confianza en Aisha directamente por temor de que esto, sin más, no servirse para acallar definitivamente las difamaciones contra ella. Aisha, por su parte, se hallaba profundamente entristecida.
 
Karen Armstrong relata la última parte del incidente de esta manera. Con las tensiones y el malestar creciendo y con ninguna salida aparente para la crisis, “el Santo Profeta (sa)* se encaró con la propia Aisha. Llevaba dos días llorando y sus padres no habían podido hacer nada para calmarla. Umm Ruman, su madre, se limitó a decirle que todas las mujeres bellas podían esperar problemas de este tipo, mientras Abu Bakú no sabía que pensar y le aconsejó que volviera a su celda en la mezquita. Cuando llegó el Santo Profeta (sa)* los padres de Aisha estaban con ella y los tres lloraban con amargura, pero las lagrimas de Aisha se secaron como por arte de magia cuando apareció el Profeta. Mohammad (sa)* la instó a confesar su pecado con honestidad: si era culpable, Dios la perdonaría. Con gran dignidad, aquella muchacha de catorce años miró fijadamente a su esposo y a sus padres mientras respondía. Hablar no tenía sentido, dijo. Nunca admitiría algo que no había hecho y, si protestaba por su inocencia nadie la creería. Sólo le quedaba emular a aquel patriarca del Corán – cuyo nombre se afanó en recordar sin conseguirlo – que era el padre de José y que había dicho: “Mi deber es dar muestras de digna paciencia, y debo implorar la ayuda de Dios contra lo que vosotros contáis.” Tras acabar de hablar, se fue en silencio y se tendió en su lecho.
 
Estas palabras debieron convencer a Mohammad (sa)* porque cuando Aisha acabó de hablar cayó en el trance que solía acompañar a las revelaciones: se desvaneció y, pese a que era un día frío, comenzó a sudar copiosamente. Abu Bakr le puso un almohadón de cuero bajo la cabeza y lo cubrió con un manto, mientras él y Umm Ruman esperaban atemorizados las palabras de Dios. Sin embargo, Aisha, quien corría grave peligro, mantuvo la calma con gran frialdad: estaba segura que Dios no le trataría injustamente. Por último, Mohammad volvió en sí: “Buenas noticias Aisha! “, gritó. “Dios ha hablado sobre tu inocencia.” Con gran alivio, sus padres la instaron a levantarse y dirigirse hasta Mohammad. Pero Aisha respondió: “Ni me dirigiré a él ni le daré mis gracias. Ni os las daré a vosotros dos, porque escuchasteis la difamación y no la negasteis. Me levantaré para dar gracias sólo a Al-lah.”
 
Karen Armstrong concluye con el siguiente comentario: “Este incidente demostró que Aisha se había convertido en una mujer orgullosa e indómita, a la que Mohammad volvió a tratar con enorme afecto. Su forma tan digna de comportarse pone de manifiesto la confianza que el Islam podía proporcionar a una mujer.”
 
 
Las palabras del versículo, antes citadas, “si se ofrece (en matrimonio) al Profeta,”se han entendido como una referencia específica a Maimunah, quien, según los hadices, planteó ella misma, la propuesta de su matrimonio. La frase, “esto es sólo para ti y no para otros creyentes.” significa que era un privilegio especial para el Santo Profeta (sa)* que se le había otorgado a causa de la naturaleza extraordinaria de sus deberes como Profeta. Es también posible que este versículo se revelara para despejar cualquier duda sobre el derecho del Santo Profeta a conservar junto a sí a sus esposas después de la revelación que limitaba a cuatro el número de esposas permitidas a los musulmanes.
 
El Corán dice:
 
“Y si teméis que la sociedad falle en hacer justicia en asuntos referentes a los huérfanos al finalizar la guerra, entonces casaros con mujeres de vuestra elección, dos, tres o cuatro; pero si teméis no poder mantener la equidad, casaros sólo con una, o con lo que posea vuestra diestra. Éste es el camino más seguro para que evitéis la injusticia” (Sura Al Nisa 4.4.)
 
En el Islám el objetivo principal del matrimonio es que todas las personas implicadas en él puedan vivir con un nivel máximo de justicia. El Islam no anima, en ningún momento, a una actitud lujuriosa y prohíbe cualquier comportamiento promiscuo. Cualquier musulmán que fracasa en mantener este nivel en su matrimonio, ya sea monógamo o polígamo, peca por adolecer de lo que de él se espera. En cuanto al trato para con las mujeres el Corán afirma:
 
“......convivid con ellas con benevolencia, pues si no os gustan, es posible que no os guste algo en lo Dios ha puesto un gran bien.”(Sura Al Nisa 4:20)
 
Estas palabras del Corán son muy breves pero resumen perfectamente el camino más eficaz para asegurar un matrimonio feliz. El énfasis está sobre el deber que tiene el hombre de proporcionar a su esposa un trato bondadoso y amable, y asegurar su sustento y su confort, de manera que los que le rodean admiren su comportamiento para con su mujer.
 
El Santo Profeta destacó que un hombre debe tener el hábito de siempre pasar por alto las pequeñas faltas de su esposa y no sólo darles más importancia que la que tienen, sino que debe tratar de ignorarlas. El Santo Profeta (sa)* dijo también: “Ningún creyente debe guardar rencor a su esposa por alguna imperfección suya, porque aunque tuviera alguna imperfección, también es cierto que tendrá otras características atractivas que le agradan.” (Muslim –Libro de Matrimonio)
 
Hay otro ‘hadiz’ que relata que el Santo Profeta (sa)* dijo una vez que nada complace más a Satán que una discusión entre hombre y mujer. Hizo hincapié en el deber del hombre igual que el de la mujer, de esforzarse siempre en mantener relaciones cordiales y respetuosas. Dijo:” Si un creyente pone un trozo de comida en la boca de su mujer por amor hacia ella, Allah le dará una recompensa, porque con esta acción la mujer se sentirá querida y valorada.” (Bujari y Muslim).
 
El Santo Profeta destacó a menudo el deber de un marido de tratar a su mujer con respeto y afecto. Afirmó que después de la fe en Dios, en Su Profeta y Su religión, Dios juzgará el comportamiento del hombre para con sus semejantes. El trato bondadoso hacia las esposas tiene una prioridad tan alta que el Santo profeta dijo, “El mejor entre vosotros es el que mejor trata a su esposa, y yo soy el mejor de vosotros en cuanto al trato que doy a mi familia.”
 
La convivencia entre las mujeres del Santo Profeta no estaba exenta de problemas. Existían celos, pequeñas discordias y roces entre ellas, y a veces el Santo profeta tenía que hacer todo lo posible para mantener la armonía familiar. Pero con la ayuda de Dios no sólo consiguió solucionar todos los problemas, sino también enseñó a su comunidad cómo crear y conservar relaciones cordiales y felices entre hombre y mujer. En su ejemplo encontramos reglas de oro y siguiendo estas reglas estaremos a salvo de cualquier forma de discordia matrimonial.
 
Desgraciadamente, las críticas occidentales contra el Islam se basan en el concepto erróneo del espíritu de bondad y justicia que el Islam intenta inculcar y que fue llevado a la práctica por el Santo Profeta.
 
Sir Muhammad Zafrullah Khan responde a estas críticas del siguiente modo: “desgraciadamente hay (hoy en día) muchos musulmanes que no llegan a cumplir las normas prescritas por el Islam (llevadas a la práctica de modo ejemplar por el Santo Profeta) en cuanto al matrimonio se refiere.......No es justo deducir que por los fallos matrimoniales de tales musulmanes, la culpa la tiene el Islam. Sería igual de injusto echar la culpa al Cristianismo por la inmoralidad extensa y perniciosa que muestran muchas personas de la sociedad occidental actual. El Islam insiste en la castidad y en el cumplimiento de los valores espirituales y morales dentro del matrimonio, en contra de la preferencia occidental, donde conviven la monogamia nominal junto con la promiscuidad generalizada.(Mohammad – Seal of the Prophets p61)
Pocos hombres han tratado a sus mujeres con tanta amabilidad y cortesía como lo hizo el Santo Profeta. Solía ayudar a sus mujeres en la realización de las tareas domésticas, tales como amasar el pan, traer el agua, hacer el fuego en el hogar, remendar su propia ropa y zapatos etc. Solía ordeñar a su propia cabra y atar a su propio camello. No consideraba que ninguna tarea fuera indigna para su condición. Él mismo solía hacer la compra, no solo para su propia casa sino también para sus vecinos y para los desamparados. Este aspecto de su carácter solía causar una profunda impresión entre sus compañeros.
 
Se dice que una vez el Santo Profeta hizo la siguiente afirmación: “El mejor de entre vosotros es aquél que muestra más cortesía hacia su esposa, el que mejor la trata; y cuanto mejor es el trato de un hombre hacia su mujer, más valor tiene a los ojos de Al-lah”.
 
Hay muchos hadices en los que vemos al Santo Profeta bromeando y riendo con sus mujeres, demostrando un fino sentido del humor. Aisha contó que después de volver de la batalla de Hunain, el Santo Profeta observó una cortina colgada por delante de una estantería en la pared. Una racha de viento descubrió que Aisha había puesto allí sus muñecas. El Profeta preguntó, “¿De quien son estas muñecas?” Ella contestó le que pertenecían a ella. Entre ellas había un caballo con alas y él preguntó, “¿Tienen alas los caballos?” Aisha contestó, “Bueno, pensaba que sabías que los caballos de Salomón tenían alas.” Y el Santo Profeta se rió alegremente.
 
Aisha también contó: “Una vez acompañé al Santo Profeta en uno de sus viajes. Por el camino hicimos un descanso y sintiéndonos de buen humor hicimos una pequeña carrera que gané yo. Algunos años más tarde cuando yo ya pesaba más, hicimos otra carrera que ganó él fácilmente, entonces me dijo,” ¡Ahora he saldado la deuda que tenía contigo!”
 
Otro incidente demuestra el grado de empatía que el Santo Profeta tenía hacia los hombres y las mujeres. En una ocasión concluyó la oración que lideraba, con una prisa poco usual en él. Cuando sus compañeros le preguntaron por la razón de la prisa, contestó que había oído el llanto de un bebe o un niño e imaginó que la madre estaría sufriendo y por esta razón no quería prolongar las plegarias.
 
Muchos de los compañeros del Santo Profeta que se habían educado en la sociedad pre-islámica, una sociedad profundamente machista, en que el trato despótico y autoritario para con las mujeres, por parte de los hombres, era prácticamente la norma, tuvieron muchos problemas en seguir su ejemplo en lo referente a la relación con sus mujeres. Hazrat Umar cuenta que: “De vez en cuando mi mujer pretendía intervenir en mis asuntos con alguna sugerencia o consejo. Pero yo solía reprenderla diciendo que los árabes nunca habían permitido a sus mujeres intervenir en sus asuntos. Entonces ella solía decirme, ‘Todo eso pertenece al pasado. El Santo Profeta permite a sus mujeres ofrecerle consejos, él no se niega a escucharles. ¿Porque no sigues tú su ejemplo?”
 
El Santo Profeta no sólo consultaba a sus compañeros sino que les animaba a pedir la opinión a sus mujeres. Durante las negociaciones del Tratado de Hudaibiya, un momento clave en la historia del Islam, el Santo Profeta se interesó en pedir opinión a su mujer Umm Salama. Ella le dio su consejo aunque sabiendo que el Santo Profeta no necesitaba su ayuda. De esta manera el Santo Profeta enseñó a los musulmanes de todos los tiempos y de todas las razas, que Dios había otorgado conocimiento y sabiduría no sólo a los hombres, sino también a las mujeres, y que por ello, nunca deberían excluirlas de la vida política, familiar o nacional.
 
El Santo Profeta mostró una y otra vez su preocupación por el bienestar de las mujeres. Siempre animaba a sus compañeros que se veían obligados a viajar, a terminar sin demora sus tareas y volver a casa lo más pronto posible para que sus mujeres no sufrieran la separación más tiempo del necesario. Cuando él regresaba de un viaje siempre procuraba llegar durante el día, y si encontraba que el sol ya se había puesto antes de que pudiera entrar en la ciudad, solía pasar la noche acampado y terminar su viaje al día siguiente. También enseñó a sus seguidores a no llegar de repente a casa después de un viaje, sin a avisar a su familia de su regreso inminente.
 
Una vez, Hazrat Safiyah, una de las mujeres del Santo Profeta, viajaba con su él. Solía envolverse en una tela y sentarse detrás de él sobre el lomo del camello. Cuando tenía que montar, el Santo Profeta solía ofrecerle su rodilla como peldaño. En esta ocasión, el camello resbaló y ambos cayeron al suelo. Un compañero, Abu Talha, se dirigió corriendo hacia el Santo Profeta para ofrecerle su ayuda, pero el Santo Profeta le indicó que socorriera primero a su mujer.
 
 En otra ocasión el Santo Profeta se encontraba de viaje acompañado por algunas de sus mujeres. En un momento dado, los que conducían los camellos, percibiendo que iban retrasados, empezaron a arrear a los animales para fuesen más rápidos. Pero el Santo Profeta les hizo la siguiente advertencia, ‘¡Cuidado con el cristal!” con lo que quería indicarles que deberían tener el debido respeto por la comodidad de las mujeres.
 
Resulta evidente por las narraciones de los hadices que la convivencia entre las mujeres del Santo Profeta no estaban exentas de pequeños roces causados por celos o rivalidades. El Santo Profeta trataba estas diferencias con tanto tacto y delicadeza que se llegaba a una solución satisfactoria para todos los implicados y sin herir los sentimientos de ninguna de las partes.
 
 En una ocasión se encontraba Hazrat Safiyah llorando y el Santo Profeta le preguntó por la causa de su tristeza. Safiyah contestó, ‘Hafsah me dijo que yo era la hija de un judío.’ Entonces el Santo Profeta instó a Hafsah a que tuviera temor a Al-lah y dijo a Safiyah,’ Eres hija de un profeta. Tu tío también era profeta. Eres la mujer de un profeta. ¿Qué ventaja puede tener Hafsah sobre ti?’ En lo que es probablemente otra versión de la misma historia Aisha y Hafsah se dirigen a Safiyah diciendo que ellas eran superiores a ella porque eran no sólo mujeres del Santo Profeta sino también sus primas. Safiyah se sintió ofendida por este comentario y se quejó ante el Santo Profeta. Él contestó, ‘¿Porque no dijiste que estás emparentada con tres profetas de Dios? El Profeta Mohammad es mi marido, el profeta Aarón era mi padre, y el Profeta Moisés era mi tío.
 
Hay hadices que indican que en algunas ocasiones, Aisha y otras mujeres del Santo Profeta se enfadaron con él pero no consta que él reaccionara de la misma manera ni siquiera una vez. El nunca se dirigió a ellas con tono severo como suelen hacen algunos hombres. Si en alguna ocasión una de ellas faltaba al debido respeto a su persona, él solía simplemente sonreír y dejar pasar el asunto. Un día le dijo a Aisha, “Aisha, cuando no estas contenta conmigo siempre me doy cuenta.” Aisha le preguntó, “¿Cómo es eso?” Él dijo, “Cuando estamos hablando y estas contenta conmigo y haces referencia a Dios, le llamas ‘El Señor de Mohammad’. Pero si no estas contenta conmigo le llamas ‘El Señor de Abraham`”
 
Muawiya al Qushairi relata: “Pregunté al Santo Profeta sobre mis obligaciones para con mi mujer y él me contestó. `Aliméntala con lo que Dios te concede a ti, vístela con lo que Dios te concede a ti y no la castigues ni abuses de ella, ni la eches de tu casa.”
 
El Santo profeta siempre trataba a sus mujeres con igualdad y amabilidad. Puede que parezca imposible tratar a nueve esposas de forma igual y tal vez el Santo Profeta mismo era consciente de la dificultad de su tarea. Según un Dais que se halla incluido en el libro de Ibn Hanbal, titulado “Musnad”, que reúne información proporcionada por Aisha, el Santo Profeta “solía repartir su tiempo equitativamente entre sus mujeres y luego solía rezar. “¡Oh Dios! Estoy haciendo todo lo que puedo, así que no me hagas culpable de algo que esta solamente en Tu poder y no en el mío.” Tal era su éxito en este sentido que cada una de ellas se sentía la más querida. El nunca les daba joyas o ropa fina, pero tenía un corazón tierno y lleno de amor. Ser mujer del Santo Profeta significaba tener que hacer este sacrificio y llevar la vida de una persona pobre. Todas ellas recibieron por medio de la revelación del Sagrado Corán la siguiente elección:
 
“¡O Profeta! Di a tus esposas.”Si deseáis la vida de este mundo y sus adornos, venid pues; os proveeré y os liberaré de manera decorosa.
Pero si deseáis a Al-lah y a Su Mensajero y la Morada del Más Allá, entonces sabed que Al-lah en verdad ha preparado una gran recompensa para aquellas de vosotras que practiquen el
Bien.” (33.29-30)
 
Este versículo se reveló durante la etapa en que los musulmanes ya habían conquistado la rica zona agrícola de Khaybar y la comunidad era ya más prospera. Pero mientras la vida para la mayoría había mejorado, la vida en el hogar del Santo Profeta seguía siendo muy sencilla y carente de comodidades innecesarias. Dado que las circunstancias de la comunidad habían cambiado, era completamente comprensible que sus mujeres añoraran compartir las pequeñas riquezas que las demás mujeres musulmanas ya disfrutaban. Pero si el Santo Profeta hubiera accedido a estos deseos, habría entrado en conflicto con el principio que observó durante toda su vida: el nivel de vida del Profeta no debía ser más alto que el nivel económico del más pobre de los creyentes. Inmediatamente después de esta revelación, el Santo profeta recitó los versículos citados a sus mujeres y todas ellas rechazaron tajantemente la idea de una posible separación y declararon que su elección era: “Dios y Su Apóstol y el bien del más allá”
 
Hazrat Aisha ha contado que su marido comentó muchas veces, “el mejor de vosotros es aquel que trata bien a su mujer, y las mujeres son como rosas bellas.” Según Abdullah bin Umar, el Santo Profeta declaró: “se puede hacer uso de todo lo bueno en este mundo y lo mejor de este mundo es una mujer virtuosa.”
 
 
En otro hadiz Hazrat Aisha relata: “En una ocasión estaba yo trabajando con el torno de hilar y el Santo Profeta se hallaba sentado cerca de mí, remendando sus zapatos. Observé que en su frente habían algunas gotas de sudor que parecían emitir una luz cuya intensidad se incrementaba mientras yo miraba. Sentí un profundo asombro y el Santo Profeta levantó su mirada y dirigiéndose a mí me preguntó,”O Aisha, ¿porque estás tan asombrada?” Yo le contesté, “O Profeta de Al-lah, en las gotas de sudor que tienes en la frente veo una luz bella y chispeante. Por Dios, si el poeta Abu Kabeer Hazli te hubiese visto, sus versos encajarían perfectamente con tu descripción. El Santo Profeta me preguntó, “¿recuerdas los versículos?” Le conteste afirmativamente y le recité el siguiente pareado:
 
“El está libre de las impurezas del periodo de nacimiento y de la lactancia; Y si miráis su rostro resplandeciente observareis un haz de luz radiante y luminoso jugueteando sobre él.”
 
Al escuchar esto el Santo Profeta dejó caer lo que llevaba en la mano, se acercó a mí y me besó sobre la frente diciendo, “La visión de las gotas en mi frente te han encantado, pero creo que el placer que tus palabras me han dado, ha sido aún mayor.”
 
Hay muchos ejemplos más del amor y devoción del Santo Profeta por sus mujeres. Se puede mencionar el ejemplo de Maymunah. Ella conoció al Profeta por primera vez en una tienda del desierto. La memoria de este encuentro se convirtió en un auténtico tesoro para ella. Esto no habría ocurrido si hubiera tenido algún mal recuerdo de su trato. Si hubiese habido algo vulgar en sus relaciones o si el santo Profeta hubiese demostrado alguna preferencia por la compañía de sus otras mujeres por ser más bellas, entonces habría olvidado este breve periodo de su larga vida. Ella murió a una avanzada edad pero mantuvo viva siempre la memoria de su matrimonio con el Santo Profeta.
 
Al final de su larga vida cuando su existencia se acercaba ya a su fin, en el momento en el que los placeres mundanos ya se habían borrado prácticamente de su memoria y solo aquellas cosas con un valor y virtud verdadera son capaces de emocionar al corazón, pidió ser sepultada a una distancia de un día de viaje de Medina, en el mismo lugar donde había conocido su marido por primera vez. El mundo conoce muchas historias de amor, de ficción y de verdad, pero pocas conmueven tanto como esta.
 
Incluso durante sus últimos días cuando el Santo Profeta sufría de fiebre y debilidad, trató a sus mujeres con la misma bondad y sensibilidad de siempre. Con el consentimiento de las demás esposas, permaneció en el cuarto de Aisha durante la última etapa de su enfermedad, porque ya no tenía fuerzas para seguir visitando a cada una como era su costumbre. Todas estuvieron de acuerdo y pasó sus últimos días en la habitación de Aisha.
 
El Santo Profeta trató a todas las personas de su hogar con una amabilidad incontestable. Nunca olvidó a su primera mujer Jadiyya que fue la primera persona en reconocerlo como Profeta. Fue un marido fiel y un padre amante de sus hijos. Pero sobre todo fue un siervo de Dios. Cada miembro de su hogar siguió su ejemplo fielmente. Se negaron a sí mismos todos los lujos de este mundo y compartieron la vida espartana del Profeta. Cuando falleció no dejó ni propiedades, ni oro, ni siquiera dinero para su familia, pero les dejo una llave de valor incalculable que abría las puertas del paraíso: las enseñanzas Islámicas.
 
El trato bondadoso del Santo Profeta hacia sus mujeres es un ejemplo de inestimable valor que cada hombre debería seguir. Demuestra que la emancipación de la mujer no es un fenómeno del siglo veinte sino que comenzó con el advenimiento del Santo Profeta y la religión Islámica otorgada a la humanidad por Dios Todopoderoso.